dijous, 6 d’abril del 2017

ROYAL NAVY Y OTRAS OSTIAS

Hace pocos días Mariano Rajoy, el impertérrito, anunció a bombo y platillo el paquete de inversiones que su gabinete destinaba a Catalunya por un importe de 4200 millones de euros. Omito el hecho de que tal asignación no es sino una pequeña parte de lo que se nos adeuda por incumplimiento de presupuestos anteriores. Hoy, el ministro Montoro, ha dicho con respecto a la susodicha pasta que, bueno, sí, pero que no. O sea, de acuerdo, muy bien, adiós muy buenas. Eso me provoca la duda al pensar que tal juego de palabras se deba al cabreo de los que pagan poco y exigen todo, o que se deba a un postrero castigo a la tierra que paga mucho y apenas recibe nada. Por separatistas, díscolos, protestones y maníacos de las urnas. Todo puede ser. ¿Por qué será que los catalanes están encoñados en celebrar un referéndum y preguntar a la gente qué coño quieren decidir con su futuro? Por tozudez, por tocar los bemoles, porque son fans de los rovellons y calçots? Yo me inclino a pensar que no, que no es eso. Podría ser atribuible a la escudella y la carn d’olla? Tampoco, no creo. Entonces, cabe la posibilidad de que esas ansias de votar sean una patraña para encubrir al Timbaler del Bruc? Recuerden que este aguerrido muchacho aporreó de tal manera su tambor que los crujidos y bramidos rocosos de la montaña santa expulsaron al francés en su día. Hay versiones para todos los gustos, sin ir más lejos hoy he oído a dos señoras de edad gritando en medio de la plaza que de ninguna manera iban a prescindir de los buñuelos de Cuaresma, los redonditos y los del Empordà. No es un tema fútil ni menor. A escasos metros, en el paseo, una nutrida representación de la cofradía de pescadores manifestaba su oposición frontal a la desaparición del romesco, siendo jaleada y animada con gran jolgorio por parte de los fabricantes de mocadors de fer farcells (pañuelus de hacer bultos). Llevamos ya tanto tiempo con el coñazo del referéndum que ya no sé si queremos votar o botar o saltar o brincar. Yo sí quiero porque me parece singularmente patético que no me dejen opinar. Querrán creer que cada vez que oigo la palabra referéndum, me asaltan a la mente Venezuela y Corea del Norte, ¡Porque será!



El Sr. Rajoy, que de orador tiene un rato, dice que España es la nación más antigua de Europa y uno de las países más importantes del mundo ¡glups! Recontrahuevos, ignoraba yo tan edificantes adjetivos. Joder, iluso de mí, que creía que se resumía en tortilla de patatas, trileros y toros ahuevados. Bien, bien, de acuerdo, pero entonces… si en esta posición tan mayestática se encuentra en el concierto de naciones, cómo es posible que no se le haya pegado nada de países tan arcaicos y tan importantes. Y no hablo de mejillones al vapor ni siquiera del muy considerado bocadillo de calamares, no. Me refiero a la independencia de los poderes públicos, a la corrupción, la negociación, la equidad en la distribución de los recursos, la condescendencia, no privilegio, con los que más aportan, el castigo a una población de siete millones de habitantes por no ser de tu gusto, etc. En fin, pequeñeces que no se corresponden con uno de los países más importantes del mundo.

Si será importante que ahora resulta que con el bye bye –Brexit- de Gran Bretaña, se les ha ocurrido hincar el diente en el roñoso pedazo de roca conocido como Peñón de Gibraltar, que está lleno de monos. Al parecer allí sí que les gustaría hacer un referéndum para saber la opinión de sus habitantes –llanitos- que, como era de esperar, ya se han manifestado con aquello de…y un huevo. También han metido cuchara ilustres Lords, Sires, ministros y militares ingleses, con contundentes razones: Una acción militar como la de Las Malvinas, tenemos un ejército muy superior al español y, a medio término, aplastaríamos España, invitar a Londres a los líderes separatistas catalanes y exponer a Naciones Unidas el deseo de Gran Bretaña de que Catalunya sea independiente, al fin y al cabo los catalanes, al contrario de los españoles, son un pueblo abierto de miras, atlantista y que hace mil años ya comerciaba con Cornualla y el País de Gales. Recontrahuevos! Vaya tíos. ¿Y si preguntáramos a los cinco mil españoles que cada día cruzan la frontera con el Peñón para ganarse las papas? En las páginas de The Sun he leído “los gibraltareños no quieren a los Follaburros dirigiendo su estratégico enclave”. Joder, que fuerte!!