Hace pocos días Mariano Rajoy, el impertérrito, anunció a bombo y platillo el paquete de inversiones
que su gabinete destinaba a Catalunya por
un importe de 4200 millones de euros. Omito el hecho de que tal asignación no
es sino una pequeña parte de lo que se nos adeuda por incumplimiento de
presupuestos anteriores. Hoy, el ministro Montoro, ha dicho con respecto a la
susodicha pasta que, bueno, sí, pero que no. O sea, de acuerdo, muy bien, adiós
muy buenas. Eso me provoca la duda al pensar que tal juego de palabras se deba
al cabreo de los que pagan poco y exigen todo, o que se deba a un postrero
castigo a la tierra que paga mucho y apenas recibe nada. Por separatistas,
díscolos, protestones y maníacos de las urnas. Todo puede ser. ¿Por qué será
que los catalanes están encoñados en celebrar un referéndum y preguntar a la
gente qué coño quieren decidir con su futuro? Por tozudez, por tocar los bemoles,
porque son fans de los rovellons y calçots? Yo me inclino a pensar que no, que
no es eso. Podría ser atribuible a la escudella y la carn d’olla? Tampoco, no
creo. Entonces, cabe la posibilidad de que esas ansias de votar sean una
patraña para encubrir al Timbaler del
Bruc? Recuerden que este aguerrido muchacho aporreó de tal manera su tambor
que los crujidos y bramidos rocosos de la montaña santa expulsaron al francés
en su día. Hay versiones para todos los gustos, sin ir más lejos hoy he oído a
dos señoras de edad gritando en medio de la plaza que de ninguna manera iban a
prescindir de los buñuelos de Cuaresma, los redonditos y los del Empordà. No es
un tema fútil ni menor. A escasos metros, en el paseo, una nutrida representación
de la cofradía de pescadores manifestaba su oposición frontal a la desaparición
del romesco, siendo jaleada y animada con gran jolgorio por parte de los
fabricantes de mocadors de fer farcells (pañuelus de hacer bultos). Llevamos ya
tanto tiempo con el coñazo del referéndum que ya no sé si queremos votar o
botar o saltar o brincar. Yo sí quiero porque me parece singularmente patético
que no me dejen opinar. Querrán creer que cada vez que oigo la palabra
referéndum, me asaltan a la mente Venezuela
y Corea del Norte, ¡Porque será!
El Sr. Rajoy, que de orador tiene un rato, dice que
España es la nación más antigua de Europa y uno de las países más importantes
del mundo ¡glups! Recontrahuevos, ignoraba yo tan edificantes adjetivos. Joder,
iluso de mí, que creía que se resumía en tortilla de patatas, trileros y toros
ahuevados. Bien, bien, de acuerdo, pero entonces… si en esta posición tan
mayestática se encuentra en el concierto de naciones, cómo es posible que no se
le haya pegado nada de países tan arcaicos y tan importantes. Y no hablo de
mejillones al vapor ni siquiera del muy considerado bocadillo de calamares, no.
Me refiero a la independencia de los poderes públicos, a la corrupción, la negociación,
la equidad en la distribución de los recursos, la condescendencia, no
privilegio, con los que más aportan, el castigo a una población de siete
millones de habitantes por no ser de tu gusto, etc. En fin, pequeñeces que no
se corresponden con uno de los países más importantes del mundo.
Si será importante que ahora resulta que con el bye bye –Brexit- de Gran Bretaña, se les ha ocurrido hincar el diente en el roñoso
pedazo de roca conocido como Peñón de
Gibraltar, que está lleno de monos. Al parecer allí sí que les gustaría
hacer un referéndum para saber la opinión de sus habitantes –llanitos- que, como era de esperar, ya
se han manifestado con aquello de…y un huevo. También han metido cuchara
ilustres Lords, Sires, ministros y militares ingleses, con contundentes
razones: Una acción militar como la de Las Malvinas, tenemos un ejército muy
superior al español y, a medio término, aplastaríamos España, invitar a Londres a los líderes separatistas
catalanes y exponer a Naciones Unidas
el deseo de Gran Bretaña de que Catalunya sea independiente, al fin y al cabo
los catalanes, al contrario de los españoles, son un pueblo abierto de miras,
atlantista y que hace mil años ya comerciaba con Cornualla y el País de Gales.
Recontrahuevos! Vaya tíos. ¿Y si preguntáramos a los cinco mil españoles que
cada día cruzan la frontera con el Peñón para ganarse las papas? En las páginas
de The Sun he leído “los gibraltareños no quieren a los
Follaburros dirigiendo su estratégico enclave”. Joder, que fuerte!!
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