dijous, 2 de març del 2017

LAS MIL Y UNA NOCHES

Siendo como soy un enamorado confeso del cine, sigo con mi pertinaz rutina de no ir nunca al cine ya hace años. Creo que esa contradicción no merma mi convicción, ya que la deriva de los sueños en imágenes proviene de mi legendaria pasión por la literatura. Frecuentemente se atribuye a las películas basadas en un libro, una prostitución del texto original. Yo no lo creo, aunque si pueda haber sonadas excepciones. Por poner dos ejemplos recientes en el tiempo, piensen en Memorias de África o en Los Puentes de Madison, ambas con un magnífico guion y repletas de frases de aquellas que uno diría que quedan para la historia. Bien, ese mismo guion ilustrado con las imágenes lo hace crecer como la espuma hasta el punto de conmovernos reiteradamente durante su proyección.

Les voy a hablar de películas que dejan poso, que tienen substancia, que hacen pensar. La Dolce Vita (1960) de Fellini, posiblemente sea la más parecida a la que me propongo comentar. El Gatopardo (1963) obra maestra de Visconti y Muerte en Venécia (1971), del mismo Visconti. Todas ellas piezas de oro del séptimo arte, al igual que sus directores. La Grande Belleza, de Paolo Sorrentino, es un lujoso punto de encuentro para todos aquellos que quieran profundizar en los vuelcos sociales, las épocas y los movimientos de clases, con unos débiles y ásperos toques del surrealismo italiano. Sorrentino nos abre las cortinas con una lujosa evocación de la decadencia de la alta sociedad romana.



Como maestro de ceremonias el director eligió nada más y nada menos que a Toni Servillo en el papel del escritor/periodista, el papel de su vida sin dudar, Jep Gambardella. Los diez primeros minutos de la cinta inducen a salir del cine o cerrar la televisión, es una trampa. A partir de ahí, una fiesta de cumpleaños (65) irrumpe con toda la parafernalia de personajes pintorescos y grotescos, jóvenes y viejos, abstemios y alcoholizados, en un aquelarre de vicio, presuntuosa intelectualidad, y culminación de la infidelidad, que transcurre en la terraza del ático de Jep, con vistas al Coliseo. Prosigue la cámara dando tumbos por la noche romana, caldo de cultivo de una sociedad nómada, errante y perdida, en la que Servillo nos hace de guía y protagonista. Gambardella ha cumplido los 65 y se siente viejo, es la personificación de la Europa, ojerosa, de chaqueta cruzada elegante y hortera a la vez, ha renunciado a los fastos sexuales y al descontrol de la juerga continua. Beber, hablar, ofuscarse y derrochar energía dando tumbos toda la noche, participando en coloquios de gente absurda y de absurdos coloquios. No es la vida de las casas de familia ni la del comercio o la del trabajo, ni la del estudio o la ciencia.

No son más que los tics y chasquidos de una clase agonizante de un tiempo casi muerto, que reniega del presente pero intuye que todo ha terminado. El golferío toca a su fin. ¿Qué tenéis en contra de la nostalgia? Es la única distracción posible para quien no cree en el futuro. ¿Alguna vez contaste las mujeres con las que has estado? No soy bueno en aritmética. ¿Qué haces esta noche chérie? Haré dos cosas: una sopa y echar un polvo. Son dos cosas en contradicción. No, son dos cosas calientes. Personajes delirantes y esperpénticos, mujeres casadas pero a su libre albedrio, poetas que no venden, viejas asexuadas, viudas drogadas, maridos ultra ortodoxos que esconden un novio, un cardenal asiduo a los canapés y las viudas, una belleza que “necesita” mostrar sus tetas, en fin, una ruindad humana. Como las situaciones extravagantes: la cena con la Santa (Parodia de la madre Teresa de Calcuta) o la espeluznante master class de Gambardella enseñando a Ramona como debe comportarse en un entierro de la alta sociedad romana.


Hace pocos días una persona allegada me decía “¿A ti te gusta esa sociedad, irías una noche a donde ellos? Y le respondí “una noche si me hubiera gustado para conocer de cerca toda esa fauna. Pero en cualquier caso no, no me gusta el libertinaje disfrazado de cenizas intelectuales”. Pero no te puedes imaginar cuanto agradezco una buena película como La Grande Belleza. (Que ellos no supieron encontrar)