Acercarse a Buckingham Palace para presenciar el
cambio de guardia de la Guardia Real es, aparte de un espectáculo, un bochorno
de turistas. El desfile de la banda de música en ese día se sustentaba en
bandas sonoras de famosas películas, sin obviar su admirado 007. Me gustó,
digno de ver, los ingleses comen aparte en la reafirmación de su identidad y el
rancio abolengo de su pasado imperial, el Imperio. Viendo la majestuosidad del
palacio y sus alrededores me preguntaba cuánto costaría todo aquel aparato de
suntuosidad y boato. Reorienté mis neuronas hacia otros asuntos hasta que
llegué al hotel y me picaba la curiosidad por investigar las cuentas de la
reina que, en el caso de Inglaterra, son mucho más transparentes que en otras
monarquías. Se llegan a justificar documentalmente hasta las botellas de vino
consumidas.
Inmerso en números de libras
esterlinas fui laminando pantallas hasta aterrizar en los costos de la familia
real española, Palacio de La Zarzuela.
Valga decir que como concepto político la monarquía para mi es algo trasnochado,
desnaturalizado. Es solo una opinión. Me detuve en el capítulo de seguridad y
las cifras quizá puedan ser solo testimoniales debido a los cambios de
escenarios, pero tienen su mordida. Proteger al monarca y su familia en Mallorca es labor de unos 250 agentes,
expertos en explosivos, tiradores de élite y buceadores. Un ejército de
miembros del Grupo de Información de la Comisaría Especial de Seguridad de la
Casa Real procede al registro minucioso de todos los establecimientos públicos
que tienen previsto visitar los monarcas, semanas antes. Incluyendo edificios
colindantes y alcantarillas. Incluye huéspedes e inquilinos, empleados y
camareros de las proximidades del Palacio de Marivent. Cuando la familia sale a navegar unas dotaciones de
submarinistas de la Guardia Civil inspecciona las profundidades de Porto Pi o
el Club Náutico en busca de hipotéticos explosivos que pudieran dañar la
integridad del Fortuna. Una vez en
alta mar buques militares impedían, a una prudente distancia, que ninguna
embarcación pudiera acercarse al barco real.
a orden ministerial de 1990
prohíbe a cualquier aeronave sobrevolar el recinto de La Zarzuela a menos de
1500 mts. Cualquier desplazamiento por el país, sea donde sea, es inspeccionado
minuciosamente con antelación por miembros de la policía: sótanos,
alcantarillas, sistemas de alumbrado, cocinas, dobles techos o aparatos de aire
acondicionado. Existen unas unidades de apoyo que se dividen en tres secciones:
servicios de reconocimiento con funcionarios de policía que disponen de perros
adiestrados, otra de protección encargada de controlar todos los accesos a
edificios, y otra de tráfico que vigila los itinerarios de las comitivas
oficiales.
Supongo que son cifras que
deben oscilar en el tiempo por múltiples razones. Hoy la lacra del terrorismo
debe haber incrementado las medidas de protección de los líderes mundiales en
porcentajes de vértigo, es lógico. Lo que sí creo que debe ser inexpugnable es
conocer el costo real de todas estas medidas en algunos países, por ejemplo,
España, en dónde la democracia -información detallada y veraz al contribuyente-
todavía está en volandas. Súmenle la protección de presidentes,
vicepresidentes, ministros y miles de cargos más, parque móvil, funcionarios
adscritos, dietas, viajes, etc, y el presupuesto puede hacer tambalear el
subconsciente. Los coches oficiales en España multiplican por 22 a los de
EE.UU. De la misma manera que porcentualmente España tiene más generales que la
nación del Tio Sam.
El presupuesto de 2016 para la
Casa del rey fue de 7’86 millones de euros, de los cuales 187356€ para el padre
del rey. Dentro de esas cuentas no se incluyen partidas como viajes al
exterior, seguridad, vehículos oficiales y sus conductores, entre otras cosas
más. No me consta cifra oficial de las botellas de vino consumidas.
En resumen, salí a la calle
después de cenar, habiendo tomado notas a diestro y siniestro de Internet, un
par de libros y notas de prensa. Hacía fresco, pero me apetecía estirar las
piernas. Tenía dos opciones: Hide Park
o el distrito Whitechapel. No
consensué ninguna, en la primera opción haría frío, y en la segunda, aun no
siendo una prostituta no me aventuré de
noche a pasar por los dominios de Jack
el Destripador. Mejor un par de lingotazos en el pub de la esquina.
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