divendres, 22 de desembre del 2017

NOCHES DE BLANCO SATÉN

Las noches de blanco satén a las que me refiero no tienen equivalencia ninguna a la celebrada versión musical de los Moody Blues, allá por los setenta. Una acaramelada balada que se extendió como un reguero de pólvora por los cinco continentes, facilitando las escenas de baile en las que se permanece quieto y se da rienda suelta a las manos y labios. Un puntazo en vinilo, vamos. Satén se define como tela brillante, tersa, ligera y suave que se hace con fibras. El satén del que pretendo hablar es el de nieve, de esa nieve espesa y a la vez mullida que cede con delicada suavidad a nuestro paso. Pocos paisajes son tan extremadamente sugestivos como una noche de luna en un páramo alfombrado por el blanco satén de nieve o la mirada absorta de las cumbres nevadas con sus recortados perfiles al trasluz. Y no termina aquí el milagro de la naturaleza, enmudezcan en la llanura iluminada, cierren los ojos y dispóngase a oír el impresionante murmullo del silencio más absoluto. Qué momento tan grato y persuasivo, qué efecto narcotizante nos produce la nieve. Si no hay ventisca, si los copos no revolotean, si los afilados abetos se convierten en rígidas estatuas, apercibirán que el frío ha desaparecido. Sí, no hace frío, el silencio es ensordecedor y el tiempo se detiene.
Es ahí, en la larga noche con luz, perdido entre los grandes circos pétreos de la naturaleza, rocosos, donde anotas en tu cuaderno de bitácora una referencia, un punto, un camino, una señal que te libre de dilapidar la vida en caminos y peñascos de incierto retorno. La montaña, como el mar, son libros abiertos del conocimiento, la reflexión, la formación, la prudencia, la mesura y la contemplación. Siempre aprendes en sus inmensos límites. Pero no los tientes, no intentes burlarlos, no pongas a prueba sus colosales recursos o terminarás reencarnado en edelweiss o coral en las profundidades del océano. Solo entonces podrás saber lo que es el infierno.


Me encuentro en lo alto de una modesta montaña, a unos ochocientos metros de altitud. La visión del valle es apoteósica, se reflejan las lucecitas de un diminuto pueblo y de cuatro casas esparcidas por la vertiente, junto a un riachuelo encallecido, herido por el hielo y destellante por la luna. Me rodean gigantes vestidos de blanco satén que armonizan el conjunto. No es una postal, es un momento único, un instante en la vida en donde las manecillas del reloj quedan imantadas, inertes. No hay mirlos ni tampoco vuelan avefrías o aguzanieves. Los zorros, gatos o perros se fueron hace mucho. Los pocos renos que hay guardan silencio y cuidan de su vida, mientras el oso finge dormir dando descanso a su pesado volumen. Tan solo el lobo, dueño y señor de la noche, corta la respiración con su solitario y cruel aullido de sangre. A mi espalda el páramo resiste a la fuerza del silencio sepulcral, donde el diminuto chasquido de una ramita es un estruendo.

Deambulo por el pueblo, esta vez sí, aterido de frío, con los ojos entre acristalados y llorosos por la ventisca. Las chimeneas caldean las alturas y esparcen sus cenizas arrastradas por el viento con su aroma a encina y pino. Una desvencijada puerta, medio abierta, medio cerrada, hace crujir su centenaria madera, ocultando los relinchos de algún potro pensativo, lejos de la yeguada. El día abre sus ventanas, sin prisa, puntual y metódico. A no tardar harán acto de presencia los primeros copos de nieve, etéreos, ingrávidos, blancos como la nieve porque son nieve. Y el valle seguirá viviendo en ese mundo que no es aquel, el de los ruidos, el de las multitudes, el del asfalto, el de los humos tóxicos. El de satén corrompido.   

diumenge, 17 de desembre del 2017

CON SU PERMISO, ALZO LA COPA.

Esta semana en el fantástico Palazzo Venezia de Roma, ha tenido lugar la dieciseisava edición de los prestigiosos premios Europa de Teatro. El clima del público ha subido la temperatura al conocer que el ganador –ex aequo con Isabelle Huppert- ha sido el gran actor Jeremy Irons. Es un actor al que he seguido desde sus inicios, inexpresivo para algunos y reconcentrado para otros. Nada ajeno a la prestigiosa tradición teatral británica. Si en el cine destaca por su marcada idiosincrasia, tras las candilejas es un actorazo sin paliativos. Lo último que he visto de él, con retraso, ha sido el film La Correspondencia, de Giuseppe Tornatore y banda sonora del genial Ennio Morricone. Tuvo una tibia acogida, en principio, pero Irons, fiel a su estilo como ausente, irónico, perdido, distraído, tierno y educado, sobresale en su calculada réplica a su joven amante. Los años no perdonan y su gestualidad adolece de cierta flaqueza que compensa con escenas de alto contenido erótico.


Hablo de este actor, con principios y creencias un tanto enrevesadas, en primer lugar porque es un gran actor, a nadie deja indiferente, en un sentido u otro, pero es que además, gente cercana a mí me han identificado siempre a él. Ojo! Sin coñas ni carcajadas, en un plano informal, jolgorio festivo y entre amigos y familia. Evidentemente no hablo para nada del físico, no nos parecemos en nada, Irons es un personaje atractivo y seductor, y un servidor, pues bueno, que les voy a decir. Sí es posible que en la actitud, el gesto o la mirada, tengamos un parecido, conmigo y con otros tantos millones de hombres. Tampoco su cuenta corriente tiene parecido alguno con la mía, lógico.

Fanny Ardant subrayó de Irons su concentración, su voz suave y oscura, su generosidad y la capacidad para abrirse emocionalmente y totalmente al público, pero manteniendo el control absoluto de la situación. Sí, dicen que soy un mandón, que me gusta tomar la iniciativa y controlar todos los pasos. Algo así como desconfiar de los demás y creer que solo yo puedo salir victorioso. Claro que también tiene otras interpretaciones, por ejemplo, ser un fulano engreído, metomentodo y mal fiado. “Cuando te aburres en alguna cosa empiezas a hacer las cosas mal, hubo un tiempo en que me aburrí del cine”, dice el astro. Hombre! en una versión más de estar por casa, siempre me han dicho que soy culico mal asiento. Es verdad, me aburro pronto y me canso de las rutinas. Me gusta innovar, cambiar, buscar, renovar…en fin, un tío insoportable. Otra frase de este descendiente shakespeariano, “el consumismo se nos ha escapado de las manos y de aquí unas décadas lamentaremos como nos estábamos matando por hacer dinero”. Pues hombre, no digo que no, pero no en un sentido general. Desgraciadamente hoy es mucha la gente que se está matando no para hacer dinero, o amasarlo, sino que únicamente pelean para subsistir, para no morir de inanición, cosa muy distinta a morir de éxito. Es cierto que quien puede, gasta cantidades nada despreciables en chorradas y bagatelas que son manifiesta y lastimosamente absolutamente prescindibles. Mi sosias inglés tiene un formidable castillo en Irlanda, yo no.


En fin, no hagan mucho caso, tarde de aburrimiento y frío. Alzo mi copa para este gran actor, pero sin líquido. Para todos ustedes que tienen la santa paciencia de leerme, sí que la alzo llena de burbujas de oro y brindo por todos nosotros, para que podamos seguir incordiando pletóricos y, finalmente, que Dios nos libre del 155, somos una comunidad maldita, de acuerdo, pero no imbéciles del todo.

dilluns, 11 de desembre del 2017

NI DE ESTO NI DE LO OTRO.

Mi cartón de tabaco de esta semana viene ilustrado con un enorme ojo y su fondo blanco. En letras blancas sobre fondo negro dice “Fumar aumenta el riesgo de ceguera”, ay coño. Lo que no haré será dudar del pronóstico, ni mucho menos, doctores tiene la iglesia. Existen diversos mensajes de este tipo que se van sucediendo en el tiempo de forma correlativa. Cito como ejemplo el de un señor tendido en la mesa de operaciones al que los cirujanos lo van convirtiendo en menudillos. Por no hablar de un tío al que se le está cayendo la cara a trozos o el alentador primer plano de una herida en el pescuezo de tres pares de huevos. En fin, que uno escribe, o se inyecta un lingotazo, y encima de la mesa, aparte del bolígrafo, el encendedor, una lupa, montones de papeles libres de clasificar, el crucigrama y un fraile de alabastro en actitud meditativa, aparece el dichoso paquete de tabaco con mensajes que inducen directamente al suicidio planificado o asumir un machacón y persistente complejo de culpabilidad. Amén de un acojonamiento sin parangón. Y no es que me regodee de todas estas escabrosas y gravísimas consecuencias, de ninguna manera. Lo que sí me pregunto regularmente es ¿por qué coño están a la venta?


La droga y los estupefacientes prohibidos, hace ya muchas décadas que se han cargado a centenares de miles de consumidores. A mi su sola mención me aterroriza. Este sí que no se vende en estancos ni establecimientos de lencería fina. Es que son los cárteles, dicen. ¡Pues ostia! Con los medios técnicos y represivos que existen hoy día, con los que, sin tú darte cuenta, pueden no solo saber qué llevas en los bolsillos sino corroborar que tus cataplines se encuentran en orden de revista, ¿cómo es que no se cargan los cárteles, el palo que lo aguanta y al hijo puta que lo cultiva y distribuye. ¿O es que acaso ya no quedan 007, ni artículo 155 que los joda?

Tengo una mano en período transitorio, supongo, hecha trizas. Si señor, tres dedos de la diestra pulverizados, acompañado de un dolor insoportable y un temor wagneriano a darme algún golpecito. Llevo ya una semana con este coñazo. Bien es verdad que no he acudido todavía al galeno. Y aunque no tenga que elaborar albóndigas, pongamos por caso, si que necesito asistencia para atar el lazo de los zapatos, abrir una botella de vino o cortar el pan. Y no menciono el girar el volante en una curva. ¡Ostia! Que sacudida. Bien, resumiendo, uno de mis nietos es carne de cancha, deportista a ultranza, y como tal, dispone de ungüentos, pomadas, cremas o elixires mágicos contra los golpes o la mala leche de los contrincantes. He escogido un tubo de crema, a lo Colgate, y ya me he aplicado algunos apósitos del milagroso invento, aunque sigo igual. El caso es que me ha dado por leer las contraindicaciones y me he quedado de piedra. Visto lo leído no sería extraño encontrarme mi pobre mano por algún rincón de casa. Santo cielo, me puede pasar de todo, incluyendo el quedarme como un pajarito en el asiento del avión en el momento del despegue, que ya de por si aquel trance me produce ahogo, eso sí, conozco quien me aprieta en el cuello.

¿Y que me dicen de empinar el codo hasta extremos en que el hígado se queda como una momia? No es el titulo de una película. Que si el chupito, la copita de cava, el carajillete, el cervezote, el lingotazo playero, la lluvia dorada de morapio, el ron calentito a compartir con la Loli de turno, en fin, una verdadera destilería de fiambres. Diariamente, en todo el mundo, hay más cogorzas que poesías a las viñas. Es un verdadero escándalo lo que llega a beber la humanidad en sus diferentes opciones. Lo mismo que los efectos: Hígado a la menier, voladura de sesos, hígado al chicle, revoltillo de páncreas, soufflé de hígado y, para los iniciados en el tema, mousse de cirrosis con frutas del bosque.


Si es que, como diría Luciano, del tercero segunda, ¡Cagondiós! Tonses pa que silven los gobiennos.  

dilluns, 4 de desembre del 2017

ANOTACIONES EN EL CAMINO.

Según mis notas serían sobre las once de la mañana. Cruzaba el Puente del Milenio o de San Pablo y, por muy abrigado que fuese, el frío se cebaba en mi cara, afilado, cortante y húmedo. El Támesis discurría bajo mis pies sin otro objetivo que entregar sus aguas al mar. El flujo era rápido, desde Gloucestershire pasando por Oxford y Eton, ambas ciudades ligadas al mundo universitario y en el caso de Eton, elitismo del elitismo, ha proporcionado a Inglaterra nada menos que 19 primeros ministros. Aguas abajo el rio entregará su líquida mercancía a las gélidas aguas de Mar del Norte. A diferencia de otros ríos como el Rhin, Danubio o Mosa, el tráfico de barcazas es muy inferior, casi imperceptible en este tramo. Los graznidos de las gaviotas y sus vuelos rasantes en busca de algo que llevarse al pico, me resulta molesto, quizá aturdido por el frío. Las piernas no flaquean todavía pero la espalda es como si estuviera atravesada por mil dagas. Son días de andar y mucho. No conozco otra manera de conocer una ciudad, sus gentes, sus contrastes y, por descontado sus lugares emblemáticos, y aquí son casi interminables. Londres es una imponente ciudad, la ciudad de las ciudades. Las raíces del Imperio Británico saltan a la vista, fundiendo su glorioso pasado con un floreciente futuro, manifiesto en sus descomunales edificios en donde lo barroco y el modernismo comulgan en paz y esplendor.
Abonando 17 libras se me abre el paso a la catedral anglicana de San Pablo. En este fastuoso templo, en la zona más alta de Londres, se han celebrado los acontecimientos más importantes de la historia de Inglaterra. Su formidable cúpula con 111 metros de altura domina el horizonte de la ciudad. El frío se ha replegado en buena medida, cruzo el arco del templo y piso tierra firme en Paternoster Square. Esta plaza, al abrigo de la catedral, respira un aroma de sosiego, de paz. Todas las calles adyacentes vienen identificadas con el mismo nombre: Paternoster. Ignoro la razón. En medio de la plaza hay dispuestas una veintena o treintena de hamacas de color azul marcadas con una P. La gente da un respiro a sus castigados pies y se tiende plácidamente bajo un tímido sol. Yo les emulo y hago lo propio, me sumerjo en el azul tejido y cierro los ojos por un momento. Maldita espalda. Me sorprende ver una mesa de ping-pong en la calle en donde dos caballeros se baten a golpes de pala, uno encorbatado, el otro no. No creo haber visto otra ciudad con tantas corbatas como aquí, la gente autóctona viste bien, los turistas se encargan de poner colorido y sencillez en sus atuendos. Del mismo modo que ellos en verano, aparecen por Salou pareciéndose más a Tarzán de los monos que a un lord. Acaban de dar las doce del mediodía y comienzo a debatirme ante las dudas; ¿una pinta de cerveza rubia o negra? Me inclino por la rubia. Aquí los vasos o jarras son grandes, agradablemente fornidas, consistentes. Aunque después -sorry- aparezcan raudas las premuras de bajos. Las cafeterías suelen ser espléndidos establecimientos, algunos de ellos verdaderos templos de la decoración y el buen gusto. En muchas de ellas no sirven al sediento cliente, se va a la barra, se formula el correspondiente pedido, se abona, se coge el cubo de cerveza, y te diriges a donde más te plazca, mesa, misma barra o calle.



Salí del entorno espiritual y anduve por sinuosas y pintorescas calles llenas de pubs y abrevaderos varios. La cosa había cambiado en poco tiempo, me sentía abochornado y sudado. Puse el anorak dentro de una cabina de teléfonos roja en desuso, me desprendí del jersey, los guantes y las bragas faciales. Súbitamente se produjo un vendaval tan exagerado que no dejaba andar, moví las puertas giratorias y entré en los bajos del edificio cabezón o torcido. De inmediato me asaltaron dos individuos negros como dos castillos preguntándome a que planta iba. Me esforcé con mi inglés de la Conca de Barberà y rápidamente me invitaron a dejar el edificio. Un cristo, vamos. El hambre delataba su presencia y la vejiga reclamaba su derecho a la descompresión. A  la vuelta de la esquina había un restaurante español, pero eso ya es otra historia.    

dimarts, 28 de novembre del 2017

SHETLAND

Supongamos que usted está frente a un aparador de ropa para caballero, expuesto todo el arsenal de prendas con sumo gusto y tintes navideños y, de pronto, sus ojos se detienen ante un jersey de lana Shetland de vivos colores y diseño propio de la marca. Y automáticamente se dice para sus adentros ¡coño que guapo es! Podría fardar con él, marcarme un tanto y, de pasada, disimular la estúpida barriga que no cesa de darme por el saco. Ya se lo imagina, ya se ve dentro de ese pedazo de tejido mullido, cálido y esponjoso al tacto, un diez, vamos. ¿Te lo has comprado en el corte inglés? ¡En el corte queee! Por favor, muchacho. Entonces le pego la mordida original y lo fulmino. La dependienta le suelta “Oh good, sir” con ese encanto y aplomo del Imperio Británico, mientras usted se examina ante el gran espejo, el gran delator de nuestras carencias y dedo acusador de los paupérrimos michelines. Caguentodo que barrigón, la madre que lo parió. Pero, que coño, a ver quien puede más, señorita, cuanto cuesta. ¡Santo cielo! Ciento cuarenta libras, que traducido a palabras entendedoras rondará los ciento cincuenta y siete euros, lo que vienen a ser veintiséis mil ciento veintitrés pelas. Ostia macho, vaya ostia, valga la redundancia. Me lo pondré el día del regreso a casa, más que nada por aquello de deslumbrar un poco. Aunque bien pensado como coño voy a deslumbrar con esta facha, con este bodegón entre pecho y bajuras. Pero si lo trincho en la maleta se va a arrugar o desmejorar sus nítidas trazas. ¿Y si me lo cuelgo a la espalda a lo Paul Newman? Pero vamos a ver, como coño lo cuelgo a la espalda si hace un frío de tres pares de cojones y llevo pelliza, bragas al cuello, gorro de lana a lo Brad Pitt y capucha. Mejor me lo llevo en la bolsa y ya veremos, eso sí, revisando la habitación a fondo antes de abandonarla. No sería el primer hotel en donde me dejo…



Hay situaciones en las que uno se siente como humillado, avergonzado, vigilado, sospechoso, delincuente o malnacido. Para mí una de las más escabrosas es en el momento de cruzar la zona aduanera o de la policía de cualquier aeropuerto. Qué quieren que les diga, verme andando descalzo, con los zapatos en la mano, el cinturón en una bandeja azul junto al abrigo, el teléfono, la tarjeta de embarque, la cartera, el cargador del teléfono, el gorro de NY, la cámara, no se cuantas cosas más y tres litros de mala leche. Ese jersey fuera, a la cinta. ¡Cómo que fuera! En puta camiseta Nike Just do It y los zapatos en la mano, presionando las rodillas para que no se me bajen los pantalones. Venga ya hombre, pero esto que coño es. Pip pip, vuelva a pasar por el arco, ¿lleva algo encima? Si, sí que llevo, llevo un saco de lágrimas, caguentodo. Ahora el de la bandeja, que es negro, ¿lleva el portátil en la mochila? Pues…no, solo la tableta. Pues sáquela de la mochila la pone en la bandeja con la mochila y la vuelve a pasar por la cinta. La madre que me parió, perderé el vuelo. Bueno ya está, pasó lo peor. Qué digo, ¿Cómo que ya está? pero si me quedan seis escaleras mecánicas y medio km. de pasillos hasta la puerta de embarque. Hace una hora que llevo el DNI atrapado en los dientes, no recuerdo donde guardé la tarjeta de embarque, el cinturón lo he apretado demasiado y me siento constreñido, la correa de la cámara la até al cinturón y a cada paso me va repicando los gemelos. ¡Diós, como me gusta viajar volando!¡Coño y el jersey! A la mierda el jersey. 

dissabte, 18 de novembre del 2017

LAS PALABRAS DEL ALMA ROTA (Anónimo).

No lejos de aquí el camino se bifurca y toma dos direcciones, una al oeste y la otra hacia el Norte. Es como una parábola de la vida, una encrucijada que se planta ante ti y debes tomar una decisión sin más remedio. Blanco o negro, derecha o izquierda, húmedo o seco, salida o entrada. Acierto o error. Hubo un tiempo en qué, sin apenas pensarlo ni saberlo, optaba siempre por la ruta del éxito, el camino acertado. La suerte jugaba a mi favor. La gente me saludaba y daba muestras de compartir mis ilusiones incluso, para qué negarlo, con una dulce y socarrona pátina de envidia. ¿Te van bien las cosas? Me alegro por ti, te lo mereces. El sol brillaba como nunca lo había hecho y la brisa colisionaba con las ramas secas y las plateadas hojas, originando una preciosa melodía de cristal. Desaparecieron autopistas y sinuosas carreteras, tampoco se conocían las distancias, bastaba con tener un sueño y amanecer en aquel lugar tan deseado. Acercar los labios a los pétalos de una rosa era como besar cien mejillas, cien labios, amar como nunca nadie había amado. Las palabras todas, átonas y tenues como el leve descenso de un riachuelo en la noche de luna.



Un desdichado día equivoqué el camino y la cagué. Me adentré en el bosque siguiendo el pedregoso sendero, llovía, hacía frío, y el viento azotaba la maleza  creando figuras fantasmales. Sin apenas dar por cierto mi espanto, atemorizado contemplé bajo la luz de un rayo como el lobo feroz se acercaba a mí con su asqueroso rostro ensangrentado. No había duda, acababa de zamparse a la abuelita de la zorra Caperucita. Me mordió el culo, pero pude evadirme. Bañado en sudor por la pesadilla, me encontraba en medio de la autopista sorteando veloces coches que parecían correr a por mí. Desperté bañado en sudor, sin duda erré el camino, nadie me saludaba, nadie tenía una palabra para mi consuelo, las cosas te van mal, verdad? Jódete cabronazo, te lo mereces. El sol se equivocó de planeta y vivía en las tinieblas, los ríos se desbordaron y salvé el pellejo en lo alto de un campanario en donde el jorobado, el muy canalla, no cesaba de aporrear las malditas campanas. Acerqué mis labios a una rosa y la muy puta me cosió a pinchos. Aquellos añorados cien labios me incrustaron unos pavorosos cuernos que me hicieron huir a brincos. Mientras se relamía entre los brazos (y las piernas) de su amante, me mandó un repugnante WhatsApp, diciéndome “Te añoro mucho”. Hostia que mala suerte la mía, me equivoqué de camino, de puerta, de color, y yo qué sé, coño, pero ahí voy cubierto de mierda hasta el cuello! Y sin luna.   

dimarts, 31 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMÍNIA. LOS VERANEANTES DE TODA LA VIDA. (2)

Los veraneantes de toda la vida (2ª parte)

Pedazo IX

El matrimonio formado por Narciso y Julia eran los padres de Julia, Elisenda y Roser. Las tres mellizas. Venían de Girona, creo que de La Bisbal. Narcís Raventós era un hombre de negocios muy destacado en el sector de la madera, ignoro si de palillos o muebles. Los veraneantes les tenían un gran respeto y se sentían halagados cuando hablaban con ellos o participaban de alguna excursión por los alrededores. Decían de ellos que olían a tinta, a tinta de billetes, ya saben, de cartera inflamada. Las niñas eran las muñequitas de la fonda durante la primera quincena de agosto. Incluso el Niño, debe hacer unos tres años, les construyó una carretilla para cada una, eso sí, por orden de Herminia, Caguendiós! Cogían piedrecitas de entre la mierda del jardín y las llevaban dentro la fonda, haciendo las delicias de la gente y el encabronamiento de Rosendu que tenía que ir detrás barriendo. Después las chicas del comedor encontraban incluso en el armario de los platos y mantelerías, las ponían dentro una caja de cartón y Niñooo! Caguendiós! Pero, pobrecitas, se les tenía que consentir todo porque quien paga manda, el Sr. Narcís paga y Herminia no está por gilipolleces. Un día que Herminia había bajado muy contenta, chupito seguro, mandó que les prepararan un picnic y que el Niño los llevara hasta la Fuente del Hierro a pasar el día. No importa que no tuviera carné de conducir, sabía y mucho. Mantente alerta de que no se haga daño nadie, no refunfuñes por nada y haz lo que te manden. Tienes mi bendición, Caguendiós! Una tarde de rayos y truenos al atardecer, antes de cenar, Rosendu dormía, el hombre de negocios madereros y la dueña tenían un estira y afloja en relación al mantenimiento del negocio, los estudios de inversión en mejoras y, en eso insistió mucho el Sr. Narciso, las cuentas de resultados y los umbrales de rentabilidad. Hacía rato que Herminia cerraba el ojo y redondeaba la morrera, y he aquí que intervino la señora Julia: Narciso, que la Sra. Herminia ya tiene de sobra con la dirección y conducción del negocio, no le calientes la cabeza. Bueno, sí, yo de números sé muy poco, es Rosendu quien hace estas cosas, seguía durmiendo, los resultados y los estudios de inversión supongo que los tiene en ese libraco grande de las reservas, gentileza de Codorniu. Y los umbrales, mire, eso está muy claro, todo lo que hay desde las rejas hacia dentro, es nuestro. Mire, cuando Rosendu cierra cada noche, y después sube arriba, llama a mi cuarto y esté despierta o duermiendo, me deja la caja de puros Coiba con la recaudación del día dentro, sobre la mesita de noche. Usted ya me entiende, esto es lo único que yo tengo claro y lo único que me interesa. Hostia Julia, no me esperaba tanto, ¿quieres decir que esta mujer sabe leer? Venga, calla y duerme.



Las dos primas, Alba y Antonieta no han faltado a la cita veraniega, y de eso ya hará unos diez años. Ahora deben estar en la raya de la cuarentena, más o menos. Cuando reservaron la primera vez, remarcaron muy ceremonialmente que no les pusieran dos camas, exigieron una cama de matrimonio. Y el año pasado, telefónicamente hablando, al confirmar las fechas, última semana de julio y primera de agosto, les preguntaron si podían cambiar la cama por una de las de hoy día, de dos metros casi. Herminia con mucho tacto y deshaciéndose en amabilidades y elogios les dijo que muy lamentablemente esto ya no era posible, porque su suministrador de camas está en Francia y ya no hay tiempo material para la gestión. Esto es lo que les dijo. ¡Que se vayan a follar al armario si no les basta con la cama que tienen, las primitas, anda ya! Y eso es lo que dijo cuando concluyó la conversación telefónica. No había duda de que tenían como clientes a un par de lesbianas, de primitas, nada. Ya noté algo extraño. Le comentó  a Rosendu el segundo año, porque él de por sí no se da cuenta de nada. Fíjate, Rosendu, aquel par son lesbianas. Qué quieres decir, ¿que son políticas? También una mañana, cuando bajó la niña quiso comentárselo. Sabes una cosa nena, Alba y Antonieta son tortilleras. Por el amor de Dios, mamá, querrás decir lesbianas, ¿no? Hoy ya no hay tabúes afortunadamente con estas cosas, son gente como nosotros, como todo el mundo. Es una opción personal y muy respetable. La gerente dio un portazo y bajando las escaleras, yo no entiendo esta criatura, que ya no hay tuboes dice y que son como nosotros, Virgen de las Nieves! Pero lo más gordo pasó otro día en que el Niño pasaba la escoba por la alfombra de recepción, Antonieta salía del comedor después de inyectarse un café con leche y los cuernos crujientes de un croissant. No se sabe cómo, el caso es que cuando se cruzaron alguien le tocó el culo a la veraneante y allí sólo había la escoba y el Niño. Se montó un cirio descontrolado porque Antonieta se sintió muy ofendida por el tocamiento. Yo creo que se debía a que la mano traviesa era la de un hombre. Acudió Herminia para interrogar el Niño, Caguendiós, muy exaltada y con el ojo cerrado. Yo pienso que exageraba porque el culo tocado era el de una mujer que no era ella. Las dos chicas eran muy correctas en los saludos y tenían palabras de cortesía con todos. Si bien trataban de esquivar las conversaciones o la participación en juegos de mesa o tertulias de media tarde. Tampoco les hacían ascos a las butifarras con judías ni a los plátanos de fácil pelado. Pero para miradas cómplices, las que dedicaban a las dos chicas del comedor. Desde aquel episodio tan aterrador y delicado de tratar, del culo y la escoba, las señoritas lesbianas exigieron amenazantes de que el Niño no fuese nunca más a llevarlas ni a buscarlas a la estación. Caguendiós. El tema es de aquellos que se han de coger con pinzas y mucho cuidado, pero, aun así, el personal de la cocina hacía unas coñas y unos hartones de risa que iban mucho más allá de lo permisible. El día que se restregaron dos manzanas por los bajos del delantal y les dijeron a las chicas, llevad las manzanas a ese par de croquetas, a ver si mañana nos saludan como Dios manda. No sé a dónde vamos a llegar! Siempre que ya marchan hacia Barcelona, ​​en Rosendu dice parsimonioso desde encima el taburete, joder tanto alboroto, más valen dos tortilleras que un par de maricones! Quién lo parió, será borde! Tosco, ignorante y burro ... además de vago.
Continuará.

dimarts, 24 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA. LOS VERANEANTES DE TODA LA VIDA (1ª PARTE)

Pedazo VIII

LOS VERANEANTES DE TODA LA VIDA (1ª parte)

Como todas las fondas, en Ca l’Herminia tenían una clientela muy fidelizada, hasta el punto de que algunas familias ya eran la tercera generación en pasar el verano allí. Cierto que en los últimos veinte años la clientela ha envejecido mucho y tampoco se ha ido renovando como pasaba en años anteriores. En ocasiones el comedor parecía la antesala del más allá. Por no mencionar los avances de todo tipo, las ofertas de hoy y el talante de la gente que es muy diferente. Ahora viene gente joven que al día siguiente han de hacer una travesía de montañas, y se limitan a cenar y dormir. Sí que hay veraneantes, pero menos. Y grupos, muchos grupos de chicos y chicas que cenan y beben como condenados a muerte y luego salen al jardín a tocar la guitarra y cantar, y esto a Caguendiós no le gusta nada. O poner de vuelta y media la fonda y al recepcionista perrazo con la raya sobre la oreja. Y claro, por si fuera poco se mean por los cuatro puntos cardinales de lo que queda  de la mierda de jardín.
Los veraneantes daban vida a la fonda y al pueblo entero. La propietaria, de buena mañana ya llevaba impecablemente pintada la morrera y ladeaba las ancas con soltura por en medio de las mesas ¿ya le han servido la crema catalana estas chicas? Durante estos dos meses el Niño iba como loco arriba y abajo, cada día al menos una avería de mayor o menor importancia, Caguendiós! Destornillador, alicates, roscas del cuatro y alambre, arriba y abajo! Si no me compráis guantes no saco la mierda, eh! Eso sí, por la noche premio, lametazo y chupetón! ¡Glups! Y eso se notaba, se nota. El día que Herminia ha mojado por la noche, va más arregladita, bien pintada, bien peinada, a veces con delantal azul cielo y unas puntillas blancas que la hacen un verdadero amor de mujer, se nota que es una recalentada satisfecha, incluso las ollas a presión las lleva, como lo diría, más apretaditas, más en su sitio y el canalillo ni que decirlo, comestible del todo. Bien que lo saben los que antes llamaban viajantes, estos siempre saben de todo. Después de cenar echaban unas partiditas de cartas y Herminia no se estaba de pasar a menudo, todo bien, que falta algo? De lo que después ellos comentaban me abstengo, no estamos para indecencias ni flatulencias. Este oficio casi ha desaparecido con internet y las nuevas maneras de comunicarse. Y si circula alguno ya no es un viajante o representante, no, han mejorado el estatus, ahora es un técnico / corporativo / de aprovisionamiento, medalla al mérito de ventas que no les obsta para mirarse igualmente el culo de Herminia. ¿Y el bueno de Rosendu? Pues holgazaneando, como siempre. Sentado en el taburete de recepción hojeando los santos del Lecturas. Se enfada como un mono cuando Herminia le escupe un grito ¡Rosendu! Por favor! Levanta el culo y lleva una baraja de cartas y el tapete verde a los Sres. Guilleumes! Familia de latón sin pulir que se han destacado desde siempre por tocar los cojones cada dos por tres, con demandas ilógicas, alabanzas fuera de contexto o ficticios refinamientos del pixapins no viajado. No tengo la menor duda de que todo se debe al detallista comportamiento de Herminia, porque cuando terminan su estancia hacia finales de agosto, en el momento de la partida, les endosa un jamón dentro del maletero del coche. Jamón que ni el Dr. Ulldemolins sería capaz de recomendar a Amelia, maloliente y seco, el gozo de Teruel ¡toma ya! Solían pasar todo el agosto.



Por cierto, hablando de los Guilleumes, me viene a la memoria aquella famosa cena de fin de año del 97 en que por un desgraciado incidente doméstico, podríamos decir, el reloj de pesas dejó de funcionar, muerto, sin dar la hora, tumbado en el suelo como un ataúd cualquiera. Bailaban la conga alrededor de las mesas unas veinte personas, la última el Sr. Guilleumes, y ya se sabe que el último es el que se zarandea más, de un lado al otro. Resulta que con un latigazo de la conga, Guilleumes salió disparado yendo a dar de frente contra el reloj,  donde dejó incrustada una buena porción de su epidermis facial. Tendido en el suelo como una lubina al horno, las señoras chillando, los señores intentando escenificar preocupación, y la dueña de la fonda llamando a Rosendu y el Niño a gritos. El Niño juntó tres tablas y de un manotazo barrió uvas, turrones y barquillos a la mierda. Lo tendieron allí y el Dr. Ulldemolins se hizo con  la situación bajo un silencio impuesto y ciertamente sepulcral. Las chicas de servicio enmudecieron el tocadiscos. Aunque el accidentado hiciera una cara de susto que daba miedo, no fue inconveniente para que el doctor lo sometiera a un riguroso examen de constantes vitales. Afortunadamente, al cabo de un rato se reincorporó y con el rostro sonriente se dirigió a los componentes de la conga y clientes en general para notificarles: el año nuevo nos trae una buena nueva, este señor se ha hecho una pequeña herida en la frente, motivada por el impacto de su cuerpo contra la madera del reloj. Penosa consecuencia de la melopea que lleva, que no es poca, y que yo diagnostico como desvanecimiento agudo de ignorada procedencia. Cama, larga sueño, y apósitos de agua caliente en la cabeza hasta mañana por la tarde. Naturalmente del diagnóstico del Dr. Ulldemolins no hizo caso nadie, más que nada porque la merluza que calzaba el doctor era de cátedra, y el resto de comensales, aparte de exhibir cara de cadáveres todos, ya ni se aguantaban los pedos. Feliz año nuevo a todos! Amelia estalló con aplausos y las chicas se arrancaron con el carro de Manolo Escobar, qué se lo habian robado. Rosendu y Niño! Subid al Sr. Guilleumes a su habitación y vigilad que va meado hasta los calcetines. Caguendiós! Recoged la colcha! Pero si la colcha es un trapo deshilachado y tiñoso, Caguendiós, la madre que la parió, morros de coño, decía el bueno de Rosendu, para sus adentros.

Continuará.

diumenge, 15 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA (CAGUENDIÓS)

Pedazo VII

CAGUENDIÓS (EL NIÑO)

En este caso Caguendiós no es un exabrupto, es el Niño. Algo siniestro el personaje sí que lo es, tiene 46 años y hace veinte y cuatro que fue bautizado como el Niño y entró a formar parte de la saga de Ca l’Herminia. Se destaca por no abrir casi nunca la boca, habla muy poco. Entiende perfectamente el catalán, pero lo poco que habla siempre lo hace en castellano. Tan sólo utiliza una palabra, un mote, con el semblante ausente: Caguendiós! No da para más. Seguramente en otra casa podría pasar perfectamente como el niño de los recados o niño para todo, pero no es el caso, esta descripción escondería unas connotaciones burlescas y el Niño es algo más serio. Él se ocupa en exclusiva de todas aquellas tareas de conservación y mantenimiento que afecten a la fonda. Lleva un lápiz siempre en la oreja sólo para marcar puntos o hacer señales. Es hombre de soluciones drásticas y normalmente sale airoso. Es cierto que, si no le mandan, él no mueve un dedo. Y como quien debe mandar, no manda por incompetencia manifiesta, vive con holgada comodidad y una inactividad igualmente manifiesta y placentera. Por norma no se levanta nunca antes de las nueve, ni después. Un día a la semana toda su atención la invierte en los grifos de los lavabos y boyas de las cisternas, en verano. A pesar de las reformas, siguen siendo las de origen y se estropean un día sí y otro, también. Igualmente son frecuentes los atascos de aguas fecales, tuberías y los canalones de bajada que están en muy mal estado, por suerte esto no lo revisan los de Hasienda. Es trabajo del Niño. En ocasiones se cruza con algún cliente de los de toda la vida, y el conocimiento y confianza les permite alguna sugerencia, Niño, cuando puedas mírate el inodoro de la 12 por favor. Y mientras siguen su camino ... es muy buen chico el Niño, alabanza que se cruza con un rumor que se va alejando, Caguendiós! El día que está por arriba con la caja de herramientas en una mano y en la otra una mala leche de aquí te espero, se oye como un hilo musical continuo donde insistente y repetidamente sólo se oye la canción del Caguendiós por todas partes. Nadie sabe de dónde ha salido, ni quiénes son sus padres, ni tiene carné de identidad, ni seguros, ni ha salido del pueblo. Si alguna vez se ha sentido indispuesto, Herminia lo ha enviado al Dr. Ulldemolins para que le echara un vistazo. No es nada Niño, tan solo cansancio, o, bájate los pantalones que comprobaremos los reflejos. ¡Tú lo que necesitas es penicilina y cama, dale este sobre a la Sra. Herminia y que te lo compre todo! Caguendiós! La gripe!
Coincidiendo con lo de los veintiocho años, este es el tiempo que hace que Rosendu hizo un viaje de una semana entera a Madrid. Nadie ha sabido nunca la razón de este viaje, que compartía con otros colegas fondistas de la demarcación. Porque no es que sea burro, es que nació asno y con una pereza imbatible. ¿Qué podía hacer él en un congreso, si apenas sabe escribir su nombre con mayúsculas? Pues fue. Mientras tanto, la Herminia se fue a Barcelona a pasar un par de días en casa de una amiga. Por aquel entonces Herminia se sentía valiente y nada le daba miedo. Desmontando la cosa, ni amiga ni casa, ni hostias. Andaba quemada y caliente como un hierro en el yunque, ¡maldito Rosendu!, y se pasó dos días enteros, con sus noches, dándole a la manivela de una manera diabólica, que no detuvo hasta que el pito de las actuales ollas a presión no la alertaron de que el pato ya estaba cocido. Flamenca y dominante exprimió aquel niño, abatido, inerte, afligido y debilitado. Con el manubrio retorcido, vamos. Estoy solo señora, no tengo donde ir. Caguendiós, pensó ella. Dicho y hecho, hacia Rocanúa. A ver si te aprendes esto, niño. Tú has venido aquí pidiendo trabajo. Es todo lo que tienes que decir. Aquí en casa no te faltará de nada. Rosendu toleró porque no quería gritos ni escándalos, pero mosca en la oreja, la tenía, sí. Pero hombre, no ves que es un buen muchacho, llegó famélico y atemorizado, tan sólo quería trabajo y tiene muy buenas manos (Y lo otro, no veas) Dormirá en la caseta de atrás, en el jardín, y ya verás como no molestará para nada, es muy prudente. Santo cielo! La caseta era una mierda integral, llena de grietas y ratones, se guardaba la leña y los útiles de jardinería, que nadie usaba, claro. ¿Y cuando lleguen las heladas de invierno? Que la limpie Rosendu. No le dijo que el niño era un cagüendiosero de alquiler, claro. Desde que tuvo este cambio de impresiones con su marido durante la presentación del Niño, Herminia empezó a sentirse desazonada, a tener escalofríos, asustada incluso podía describir su estado. Hola Ulldemolins, estarás en casa esta tarde o subirás arriba? A las seis, gracias. El doctor le hizo lo que se hace en estos casos y desapareció un rato en su laboratorio. Enhorabuena Herminia, estás preñada. Con la mirada clavada en las asquerosas baldosas y los ojos humedecidos, pensó, Caguendiós! Sin perder el aliento ni un minuto, durante la cena, le dijo a Rosendu: Rosendu, esta noche me has de hacer el amor. ¿Qué te has vuelto loca? Pero ella estaba ausente, encantada, ya se lo había dicho, y ahora pensaba como haría el amor con aquel pedazo de asno que sólo de verlo le venían arcadas. Pero no había alternativa, todo o nada. La verdad es que necesitó dos horas y media para poner aquel hombre en condiciones de aprovecharlo, pero cuando vino el momento clave el Rosendu hizo un intento de levantarse, pero ¡coño! Herminia se lo apretujó tan fuerte contra sus tetas que el tipo no tuvo opción, voy pallá! ¿Pero qué has hecho, Hermínia? Enhorabuena Herminia, ahora sí, te acabas de comprar un papá.
El Niño comía aparte, nunca mejor dicho. No participaba en casi nada y comía en un rincón de la cocina, bajo la escalera. Las mujeres de la cocina, como que nunca les decía nada, le colgaron el muerto de que quizás era un rasca sotanas. Y obviamente que no lo era. Un atontado dijeron una vez, habladurías sin ton ni son. Si hubieran conocido que la mejor defensa que tenía el Niño era un arma de un solo cañón entre las piernas, fuertemente agresiva, puede que no le hubieran dicho tantas tonterías. Comía, callaba y se iba, sin mirarlas, y eso las sacaba de quicio, picha corta, coño! Pobres ilusas. Pero él las ignoraba, tenía su abrevadero arriba, en el primer piso, detrás de las cortinas que tapaban la puerta que ni los bomberos la podrían abrir, sólo él, Caguendiós! Herminia se hizo un juramento recién nacida la niña, un día de otoño, con las calles vacías y las cuatro tiendas aún más vacías, se puso un pañuelo en la cabeza y casi de noche se fue a ver Nuestra Señora de las Nieves. Hola Nieves. No es necesario que me regañes, bien lo sé que no vengo nunca a verte, quiero que me ayudes. Dame fuerzas para que nunca se me escape, que no tenga ningún momento de debilidad, guárdame de las tentaciones del demonio porque nunca nadie llegue a enterarse de que el Niño es el padre de Dolores. No lo debe saber nunca nadie, ni el tarugo de Rosendu. El Niño, tampoco.


Continuará.


dimecres, 11 d’octubre del 2017

LA FONDA DE HERMÍNIA. PEDAZO VI

“ROSENDU Y DOLORES”

El Rosendu es un hombre que no sirve para el negocio, o mejor dicho, no sirve para nada. Tiene tres años más que ella y le preocupa irse quedando sin pelo, que la bebida ya no le caiga muy bien y, principalmente dos cosas, a saber: que no quiere servir mesas el domingo y averiguar de una vez por todas quien cojones es el Niño. Aunque todo hay que decirlo, él le habla al Niño como si fuera su hijo. Más allá de este perfil es difícil de encontrar algún aspecto que resulte interesante o atractivo en la vida de este señor. Casi siempre está sentado en el taburete de recepción mirando las ilustraciones de los Lecturas viejos, y haciendo los ocho errores del diario. El libro de reservas lo tiene totalmente prohibido tocar, lo mismo que la caja, ni cinco. Hace tres años anotó cuatro reservas, con 13 personas, para comer el 17 de julio. Así lo hizo, pero del año anterior. El cristo que le montó la Sra. Herminia ha quedado como uno de los días más violentos en la historia de la fonda. Hace 25 años que duerme en otra habitación en el extremo opuesto del pasillo. No le gusta el fútbol, ​​los toros, el cine, ni leer, ni la televisión ni la música. Y dicen que las mujeres tampoco, pero si ve una de esas regateras que dicen "tócame", no le hace ascos, ep, pero no toca. Ni por supuesto doblar el lomo. Fuma. Si es que Herminia le da dinero. El par de docenas de cabellos que le quedan se los peina de lado y eso, aparte de que parece un buñuelo, lo hace más mayor. Incluso, todo él hace como un poco de contrapelo, de tufillo, ya me entienden. Con su mujer hacen una pareja, un matrimonio ciertamente extraño, difícil de comprender. De hecho, Rosendu no es que sea un infeliz, un cabestro. Es más que eso, anda por la vida como un autómata, como si estuviera solo, para él no existen las motivaciones, las alegrías o las emociones y se muestra totalmente indiferente ante los sucesos diarios, como el fútbol, ​​la política, los viajes o el aburrimiento. Bien, el aburrimiento puede que no venga al caso porque en definitiva vive como dentro de una burbuja llena de silencio y aburrimiento. Es su mundo. Cualquier chica de hoy en día diría que este tío está clasificado en la categoría de los intirables.




La hija, Dolores, la niña, actualmente tiene 24 años, a diferencia de su progenitor, tiene una muy bonita presencia. Oportunidades para estudiar no le han faltado, y ha sabido aprovecharlas. Su preparación académica dista de sus padres la lejanía que puede haber entre Rocanúa y Sidney. Los padres, ambos, son burros de solemnidad. Cursó la primaria en el mismo pueblo y el bachillerato en Barcelona. Los estudios universitarios también los inició en Can pixapins hasta el tercer año de carrera. El resto y un máster los cursó en Londres. Hoy es toda una ingeniera de telecomunicaciones, lo que su madre califica de ... no sé, todo esto de teléfonos y teles. Es alegre como todos los jóvenes pero tiene muy claro dónde están los límites personales. Algo retraída de carácter, una pizca de timidez, pero muy agradable en el trato, y la conversación la cultiva de la manera más agradable. Menos de política se le puede hablar de todo y, muy posiblemente, le dará sopas con honda a su contertulio. Seguramente es la única persona, no de la fonda, de todo el pueblo, que el erotismo, el sexo y todas las inmundicias que casi arrastran a todo el mundo, para ella son temas ausentes, de momento. Ella en la fonda no tiene ninguna responsabilidad, pero ha convivido desde que nació y, por tanto, no sólo es su casa, sino que le guarda un gran aprecio. Como toda persona bien nacida. En la temporada de verano, sin que nadie le mande, muchos días se pone el delantal y ayuda a servir las mesas. A su madre no le gusta, a su padre tanto le da con tal de que a él no le toquen los cojones, dice. Herminia cada verano le dice lo mismo, ya lo hacen las chicas, niña. Es igual así van más tranquilas, la niña. La madre quiere que pase por las mesas de los veraneantes preferentes y los enjabone con lo de los teléfonos y las teles y así verán que aquí hay nivel, que no todos son como su padre. Ahora hay un poco de mal ambiente puesto que la niña dice que posiblemente a finales del verano se irá a Helsinki, le han hecho una oferta de trabajo en una multinacional de casas prefabricadas de madera. El Niño le decía el otro día a un vecino que no había oído nunca un trabajo que se llame el Sinki. Cosas de hoy en día. Dolores duerme en la habitación contigua a la de su madre, la opuesta a la del Niño. Se entiende perfectamente que en el estante que tiene sólo guarde un cine NIC de lata, con todo este grupo de fariseos, nunca se sabe. Si pusiera libros de materia de telecomunicaciones todo lo que podrían imaginar es que quizá planeaba abrir una tienda de teléfonos y arradios en Rocanúa. Paletos lanudos.

Continuará.

dijous, 5 d’octubre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA (PEDAZO V)

Pedazo V

La saga familiar

Como no puede ser de otro modo, cortaremos el melón por la banda de la Sra. Herminia. Vio la luz en su pueblo, Rocanúa, 1961, de manera que soporta 56 años en sus enlomadas espaldas. De bien joven ya destacó por una incipiente mala leche, no olvidada por sus compañeros de clase. Su madre, Herminia, era la cocinera, y muy celebrada en la comarca. El padre, Josep Petranques, Josepet, además de su pasión por la poesía, tenía una especie de diligencia con motor y ruedas que usaba para ir a recibir y transportar los clientes que llegaban por ferrocarril hasta la fonda. Al concluir la estancia hacía el recorrido inverso. Era un automóvil abierto sin puertas ni ventanas, y bajo el trasero del conductor se apilaban las mantas malolientes y deshilachadas que se proporcionaban a los señores viajeros. Los forasteros, diríamos. Como anécdota cabe decir que además de estas ocupaciones dormía todo el día. La Sra. Herminia, la actual, es justo reconocerle que era una mujer muy guapa, muy bonita, guapetona para entendernos. Tenía un cuerpo bien torneado, las piernas perfiladas y un par de tetas que eran la admiración de todos los moscones y boinas de la comarca. A los diecisiete años ya empezó a tensar las riendas del negocio simultaneando el hecho de que la abuela Herminia ya perdía aceite. Del padre no había que esperar nada porque seguía durmiendo como siempre hasta un buen día en que ya no le apeteció despertarse. En estos años la Sra. Herminia ha endurecido el carácter, se ha creado una rutina intocable y, desgraciadamente, su cuerpo se ha transformado. Para más inri ha sufrido un pequeño colapso facial que le ocasiona un tic que le hace cerrar el ojo izquierdo y al mismo tiempo los labios se le hinchan un poco dejando ver los dientes. Mucho más acusado cuando se enfada o discute. Es muy desagradable porque hay veces que al producirse este episodio facial se le observa algún residuo alimentario en algún diente o, incluso, el resto de un palillo insertado en algún rinconcito bucal. Y al mismo tiempo emite un ruido como de inspiración salivera. Un asco, vaya.


 Se le nota mucho, pobrecita, porque cuando se pinta aquel trozo de morro, y tiene un susto o se enfada, se le empiezan a hinchar los labios y, antes del chupetón salivero, le adquieren una maldita forma de herradura. La madre que la parió, ¡qué trueno de mujer! Por desgracia se ha engordado más de lo que fuera de desear. Yo creo qué si un día le estallase la faja de forma sobrevenida, arrearía un latigazo que Dios nos guarde de que alcanzara alguien. Aquellas hermosas y redondeadas tetas han mutado por dos ollas a presión y dos pezones como dos brocas del ocho. Agresivos diría yo. El personal le guarda un respeto cáustico y sarcástico que me parece esconder un temor palpitante. No grita nunca, excepto a su marido, y cuando entra en la cocina fulminando aquellas miradas como cuchilladas y rebobinando los ruidos salivares mientras cierra el ojo, las mujeres baten los huevos y cortan la morcilla como perseguidas por el demonio. Fue aquí precisamente, en la cocina, cuando se le ocurrió de que quería un montacargas para subirle el desayuno cada día a la cama, su habitación se encuentra justo encima de la cocina. Cuando le remitieron el presupuesto cerró el ojo y dijo que con un agujero en el techo y una polea con dos bandejas ya era suficiente. Para no desentonar arriba, cuando ya ha desayunado pone el orinal encima del orificio. Y el personal desde abajo lo mira como diciendo, mira, la mierda de Herminia. Después de comer sube a su estancia, pero en realidad se va a la salita secreta donde mira la Belén Esteban y otros programas de corte cultural y enriquecedor. La salita se usa también para conversaciones con proveedores relevantes o visitas familiares. Dicen las chicas, las criadas, que todo lo saben, que en cierta ocasión subió el Sr., Llorens, proveedor de carnes, hombre muy sensato y reconocido. Estaban sentados frente a frente y el Sr. Llorens le decía: Mira Herminia hace muchos años que nos conocemos y mutuamente nos hemos favorecido con nuestros negocios, ya sabes que para mí eres la mejor cliente y que te aprecio sobremanera. Si por mí fuera ... Por temor a ser vistas y los nervios, las chicas iban y venían ... El Sr. Llorens se había levantado de espaldas a la puerta, tapando a la señora. Estaba él con el torso un poco inclinado y con las manos aferradas a las ollas a presión de la propietaria, dicen las chicas que se oía un ruidito que no era exactamente el del tic de la señora, digamos, como si sorbiera el porrón, beber de canto, chorrito  de refilón. Pero claro, como no se le veía la cabeza no llegaron a saber que le podía pasar a la señora. En fin, ya se ha sabe, la gente joven ve pelo por todas partes. Rosendo Tió, Rosendu, pudiendo haber elegido el mejor mozo del Valle, fue el elegido para compartir su vida. Feo, vago, bebedor, con una alopecia cabalgante y una halitosis que tumba un muerto. No ha funcionado nunca, para ella viene a ser como el perro sin oreja ni ojo. Dicen que intentaron hacer el amor la víspera de la boda por aquello de entrenarse, dicen. Y otra vez tres años más tarde para engendrar a su hijita. Y no lo consiguieron. Lo que nos hace deducir que la señora hace al menos unos treinta años que no ha remachado ningún clavo. Pobre, los mejores años de su vida. Cuando Herminia no se encuentra suficientemente católica, les dice a las chicas, ¡que vengan los del asaguru! lo que significa que ya hace años que no viene el Dr. Ulldemolins, que la visitaba frecuentemente y con notoria diligencia en la salita secreta.

Continuará.

dimecres, 27 de setembre del 2017

LA FONDA DE LA HERMINIA (PEDAZO IV)

Pedazo IV

LA FONDA POR DENTRO

Las reformas del 87 vinieron a ser un punto de inflexión, ni más ni menos, en la vida de la fonda, en todos los aspectos. En la planta baja se encuentra la recepción, un poco asilvestrada y sin seguir ninguna pauta o línea decorativa de ningún estilo. En la pared de detrás del mostrador, de manera desafiante, cuelgan dos cuernos grandes como un rayo. Imposible que pertenezcan a la fauna del lugar, más bien me inclinaría por alguna bestia de Mongolia o países adyacentes. No es menos cierto que las maledicencias del pueblo les atribuyen propiedades alegóricas. Antes, en un extremo del asqueroso mostrador de madera pegajosa, tenían aquel hermoso timbre de los hoteles, abrías la mano y apretabas el botoncito ring-ring-ring. Lógicamente cada vez que pasaba un niño por allí ring-ring, y los domingos talmente parecía un festival de timbres pirenaico. El hecho causó el enojo del ama hasta el punto de ordenar al Niño que pegara una chincheta del revés en la punta del timbre. Aconsejada por buenos clientes se llevó el timbre a su cuarto para que no le endiñasen de nuevo un palo los de Hasienda, que no tenían nada que ver. Junto al voluminoso libro de reservas, gentileza de Codorniu, tenían un calendario reproduciendo una belleza morena con una guitarra en las manos, Julio Romero de Torres, del año 1979. Entrando a la izquierda hay yace un enorme perro inmóvil, como abstraído, y no se mueve, nunca ladra, y no se mueve porque es de yeso pintado, le falta una oreja y sólo tiene un ojo. Ahora hace un año que están pensando en cambiar la alfombra de recepción, es de rafia y muestra más agujeros que alfombra, deshilachada, representando un serio peligro para las personas mayores, los de mediana edad y los niños. A la derecha tenemos la puerta de los lavabos y retretes. En el de las señoras pasa los años un destartalado armario donde van depositando los periódicos leídos y los Lecturas de la Sra. Herminia. Aún hay ejemplares de la República. No sé si es prudente señalar que toda esta zona se halla infectada por un hedor que depende del país podría llegar a ser motivo de encarcelamiento. Ay Señor, qué disgusto con las dichosas cloacas dicen a los fondistas. Yo creo que entre los años que lleva esta peste señoreando la zona y lo enemigos que son todos del jabón, si lo arreglaran se encontrarían como solos, abandonados. Añorados, tal vez.


El comedor es el alma mater de un establecimiento de estas características. Tiene un aforo de unas 60 personas que, en la época vacas gordas, se acostumbra a llenar. No tienes la sensación de un restaurante parisino, coqueto e íntimo, pero si se hubieran empleado un poco, seguro que el resultado hubiera sido más gratificante. Uniformidad en el conjunto sí la hay; No hay ni una sola cortina que no esté agujereada, los cubiertos son rigurosamente desiguales en todas las mesas, los manteles tienen unos colores ofensivos a la vista y hará unos cinco inviernos que la Niña les propuso con el fin de incrementar las ventas en invierno, de convertir el comedor en una sala de reuniones para empresas; megafonía, proyectores, pizarra, etc. La Herminia se fue a Barcelona con su marido y volvieron al atardecer con un horroroso atril de plástico con pie, que hoy está tras la puerta del comedor con una cesta de castañas carcomidas. Joder, las mesas están dispuestas de lado y por filas. Como los pupitres de los niños en el cole. De modo que todo el mundo mira al frente y todos los ojos se concentran de repente con un osado reloj de pesas que se detuvo hacia el año del 87, por una sinuosidad involuntaria durante el baile de la conga. Pero hoy, según como, se parece a una caja de muertos puesta en pie con unas bolas dentro.

El aire para acondicionar el comedor en verano, se proporciona mediante cuatro ventiladores de techo como los que tenía Meryl Streep en Memorias de África. Si bien las instrucciones de la señora son bastante precisas: los días pares el 1 y el 3, y los impares el 2 y el 4. Más que nada porque consumen y a la gente mayor no les gusta. Por encima de todo este panorama en la planta baja, el caserón levanta tres pisos. El primero lo conforman las cámaras de los propietarios, el Niño, la hija de los propietarios, las dos criadas del verano y la salita de la gerente Herminia, que es secreta. En el segundo y tercero están las habitaciones de los hospedados, nueve puertas cada piso más dos al fondo del pasillo en las que están los baños. Dieciocho habitaciones para arreglar todos los días. Las habitaciones no son pequeñas, sencillas y orientadas al norte. Todas disponen de un pequeño lavabo que, mayormente, se usa como meatorio de hombres improvisado. Aunque son un poco altos. En su día se plantearon hacer los baños dentro de la habitación, como todos los hoteles, pero el coste se disparaba. El inconveniente viene dado porque la clientela, mayoritariamente, es gente de edad avanzada, y en el caso de los hombres ya pueden imaginarse que casi todos ya tienen la próstata como la trompa de un elefante, circunstancia que obliga a salir de la habitación frecuentemente durante la noche originando un revoltijo de portazos y ruido de zapatillas. El ama siempre se ha negado a poner orinales, que los vacíen ellos, dice, pero claro, el precio es ruido nocturno o aseos infectados y habitaciones malolientes. Las criadas están hasta los ovarios de tanto abuelo y tanta mierda y, por si fuera poco, no hay verano que uno u otro no se cague en la cama, dando pie a una embadurnada general que incluso los pomos de puerta quedan como materia reservada. Colcha y almohadas incluidas. El cuarto de la Herminia, Sra. Herminia, es la más grande, no tiene baño, pero sí orinal. Dos paredes están tapizadas con una especie de terciopelo color sangre, como los antiguos prostíbulos parisinos, y las otras empapeladas con motivos románticos cool azules, con fuentes de agua y adonis desnudos con unos atributos de peso. La lámpara de techo es una estilizada araña con ribetes cerámicos blancos que entrecruza los brazos causando una buena impresión en el reparto del rayo lumínico, si bien nunca jamás ha tenido bombillas. Dispone de una pequeña lámpara sobre la mesilla de noche que es un joven sentado y con la bombilla entre las piernas que se acciona con pera. Del joven cerámico se podría decir que es pariente del maricón, ay, ¡perdón! Del afeminado de la fuente del jardín. Junto al cortinaje que esconde el balcón, un amplio balcón, hay una jaula muy bonita y lustrosa con el pie de metal y filigranas. Dentro hay un loro de vivos colores y el pico amenazador. No da demasiado la lata porque también es de yeso como el perro de recepción. O sea que no puede decir lo de Herminia puta, Herminia puta, tan propio de los loros. Por indicación de la Sra. Hermínia, las chicas introducen pipas dentro de la jaula, dice que dan vida. Ostras qué mujer, qué exigencias más extrañas. Si tuviéramos que hacer una valoración de la estancia en su conjunto, no podríamos por menos de asimilarla con un mausoleo, con una espectacular y sensorial tumba de esbeltas figuras fantasmales. Aunque aquí de mármol, tururú. Hay una puerta tapada con un cortinaje verde oscuro, qué activando los mecanismos oportunos de apertura, da a una habitación contigua que es la del Niño, donde duerme el Niño. Nunca nadie en la vida ha visto esa puerta abierta, y la ama siempre dice que ni siquiera los bomberos la podrían abrir, una roca, el paso cerrado a cal y canto. Más sellada que la tumba del faraón. Del resto de estancias no hay que hacer una descripción detallada dada la exagerada austeridad ornamental de las mismas. Bueno, la Niña guarda con desazón encima de un estante una de aquellas latas que llamaban un cine NIC. Y una simpática fotografía panorámica de la familia Monster al completo. ¿Efectos vinculantes quizás? No, sólo una serie televisiva.
Continuará.


dissabte, 23 de setembre del 2017

LA FONDA DE HERMÍNIA (PEDAZO TERCERO)

Trozo 3

PRESENTACIÓN DE LA FONDA

Ca l’Herminia ocupa un buen espacio de la plaza, y más teniendo en cuenta que hace esquina. El solar es generoso. Una valla de hierro forjado discurre por los dos largos laterales. La entrada es por la esquina, ancha, señorial, con el pavimento reventado y el hierro forjado huérfano de pintura desde que se inventaron los canalones de la fonda. Por encima de la puerta el forjado adopta la forma de arco y con letra, así mismo de hierro y oxidada, dice FONDA HERMINIA. Al igual que los ranchos del oeste americano que tienen treinta mil km2 con un rótulo curvado en la entrada y el nombre de un pistolero de renombre con dos cuernos de cojones, eso sí, los 190 km de la valla están hechos con troncos de pino de Oregón. El jardín estoy seguro de que se diseñó en su día buscando un aire modernista, acogedor, reservado y silencioso, con una magnífica vegetación importada por los llamados indianos, que no llevaban pluma en la cabeza, pero se hicieron de una pasta por allá lejos, en el Caribe. Hoy desgraciadamente el jardín es una mierda como un piano viejo. Sucio, descuidado, con cuatro plantas espontáneas a la espera de que llueva, sin grava por el sendero, tres farolas bizcas y en la puerta de acceso al establecimiento una bonita cadena que cuelga atada a la cresta de un hermoso gallo, pero ¡ay! sin la campana. A la entrada de un pequeño almacén, en un lateral del edificio, todavía se puede ver hoy un trozo de madera pintada, si bien despintada, que anuncia REFORMAS SISCO, sin duda un descuido de la última reforma de 1987. Inicialmente, bajo un gran abeto que todavía respira, había una jaula con un jabalí que hacía las delicias de los niños y la desconfianza de los adultos, se llamaba Rocky, como Rambo, vaya, Sylvester Stallone. El pobre Rocky no era agresivo como su homónimo neoyorquino que le pides la hora y te pega un puñetazo en la boca que te han de cantar el miserere. No, ni pensamientos, fíjese qué paciencia tenía el animal que alguna tarde de invierno el Niño le ponía un collar y se lo llevaba de paseo al bosque. Que nadie se preocupe, ya contaré más adelante quién es el "Niño". También es para recordar la fuente en medio de la jardinería que con su rumor de agua brotando en estado líquido creaba el ambiente necesario para las tertulias de media tarde, los veraneantes estaban embelesados ​​con la fuente. No sé muy bien si era por el clímax de paz que generaba el chorro o porque significaba el preámbulo para engullir la cena. A la hora de la cena, la gente de fonda tiene las mandíbulas de hierro. Pío-pío, pío-pío, oyen los pajaritos, sí? Pues esta era la melodía con la que los veraneantes pasaban las calurosas tardes entre confidencias, relatos, promesas y alguna que otra mirada perversa dirigida al escote de alguna muchacha recién llegada. Miren, no me puedo resistir, cuando rememoro esos instantes tan sublimes que, quieras que no, te transportan al Romanticismo novecentista me hago la idea de que estoy con la gente de Miralls trencats, El viudo Rius o la muy añorada Florista de la Rambla. ¡Oh, qué fuerte!


Pero la vida ya tiene estas cosas, los golpes escondidos quiero decir, los imprevistos angustiosos, la realidad desmoralizadora, la crudeza de una obra de arte dañada. Hoy la fuente, aquel travieso rinconcito, ha quedado reducido a una montaña de ceniza y escombros. La roca volcánica rugosa y oxidada con la que estaba construida, ahora es como un amasijo de mierda de vaca del Pirineo. Ennegrecida, estriada y maloliente. No queda ni un pájaro, ni un nenúfar en el estanque, ni un banco de madera y forja. Nada. Feísima. Quieras que no la humedad se ha ido apropiando del espacio. Es tanto el musgo que hay por todas partes que ahora sería una fuente con barba. En lo alto de la fuente la coronaba una simpática figura de cerámica que representaba un pastorcillo con el paraguas abierto y mirando el cielo. Aunque saben que estos trabajos artísticos de cerámica siempre quedan con unas caras, no feas ni mucho menos, un poco compungidas quizá sí, a mí siempre me pareció el vivaracho pastorcillo que o bien era un afeminado, no un maricón, y que tenía unos ojos de psicópata vicioso. Caramba como pasa el tiempo, que raudas y veloces vuelan las hojas del calendario. Ya sé que más vale esto a que el calendario se detenga. Y en los pueblos, que quieren que les diga, las cosas son de otra manera, más íntegras, más reales, más poéticas si me apuran. Hay una nobleza entre las personas que en la ciudad no se ve por ninguna parte. La vida de pueblo tiene un sabor especial, reconfortante. Puedes aparcar donde quieras. Hablando de pueblos, he leído que un canal de televisión español hará una réplica del Foraster, de Quim Masferrer. Uno de los pocos programas que yo veo de televisión. Un verdadero encanto la vida en el campo, en serio. ¡Sou collonuts amics de Prades…Sou molt bona gent. Y por nada en especial, ni mejor ni peor, pero no es lo mismo, no suena igual, ¡Sois cojonudos, amigos de Villanueva de la Cañada ... Sois muy buena gente! Joder qué fuerte, antes me hago monje cisterciense.


Seguirá.

dissabte, 16 de setembre del 2017

FONDA DE LA HERMÍNIA (Pedazo segundo)

Pedazo segundo
UN VISTAZO POR EL PUEBLO

El pueblo no es precisamente de los pequeños por la zona donde se ubica. Tiene una población aproximada de 300 habitantes. No queda ninguna sucursal bancaria, si bien bajo la escalera del ayuntamiento hay un cajero automático de La Caixa, justo al lado de los gigantes Y cabezudos. No hay Mossos, guardia civil tampoco, pero en su día hubo, muy posiblemente por el negocio del contrabando, tan lustroso en aquellos tiempos. En cuanto al comercio y servicios pues los habituales: carnicería, bodega, un café, mercería y marroquinería, parroquia de Sta. María de las Nieves, colegio de primaria, panadería, y el clásico corte inglés: tienda donde se vende de todo. Y, naturalmente, hombres y mujeres para dar vida a todos estos establecimientos y los niños necesarios para rellenar las aulas de la escuela. El alcalde, Bertomeu Armengou, buena persona y muy servicial con la gente, políticamente hablando es independiente, o sea, que no profesa militancia partidista. Mucho mejor, una amenaza menos. El alguacil es un personaje entre simpático y grotesco, de los que coloquialmente los etiquetamos como inacabados, faltos de cocida. Antiguamente este cargo se ocupaba también de trasladar al vecindario las noticias y avisos locales de interés. Como por ejemplo, que ya ha llegado la furgoneta del pescado o que se espera granizo para el viernes. Se convocaba al vecindario en lugares estratégicos mediante unos toques de corneta. Tararíiiii ..... se hace saber .... Hoy eso ha quedado obsoleto, se han dispuesto por todo el pueblo altavoces y las noticias se transmiten por este sistema de megafonía. Con el fin de captar la atención del vecindario, previamente emiten unos segundos de alguna melodía que siempre es la misma. El anterior alcalde, que estrenó el ingenio, quería algo serio, no ordinario ni moderno. Algún espabilado le endosó la 5ª de Mahler en el fragmento de las trompetas de la muerte. Y el vecindario, ferozmente contrariado y acojonado, exigió un cambio de melodía. El alguacil propuso el pasodoble España Cañí y obviamente fue abucheado y bañado con aceite de oliva virgen sin refinar, del que todavía se lame, dicen. Maldita sea, ahora me apercibo de que no he dicho el nombre del pueblo, válgame  Dios, qué distracción la mía. Pues sí, este hermoso lugar al abrigo de las cimas que lo separan de Francia se llama Rocavella. La economía se basa primordialmente en el sector agropecuario, el de cultivo y el de explotación forestal. El turismo, de toda la vida, guarda unas singularidades muy propias. 

Aun no siendo la Cerdaña comparten con un buen puñado de pixapins que disponen de casa propia, fines de semana y algunos días de agosto se dejan ver. La singularidad a la que he hecho referencia, se trata del establecimiento más emblemático de la población desde hace cerca de cien años. Es un caso extraordinario, cuantos más años pasan más afianzan el negocio. Durante la larga época de los fríos y las nieves, poca cosa, en cambio en Semana Santa, julio y agosto, se convierte en un verdadero hervidero de gente. Les hablo de la Fonda Herminia. Nació con este mismo nombre, muchos años después lo cambiaron por Hotel Herminia, hasta que hará treinta años que lo rebautizaron como Fonda Herminia, y hasta hoy, si bien por todos estos lugares se la conoce como Ca l’Herminia. Como todos, este tipo de establecimientos centenarios se han tenido que ir poniendo al corriente de los tiempos con las lógicas renovaciones, mejoras, adaptaciones y cambios necesarios. Cabe decir, sin embargo, que en Ca l'Herminia ha costado un poco este proceso de mejoras, son muy remisos a la hora de meterse la mano en el bolsillo, unos garrepas, vaya. Y eso contando con que tienen los riñones bien abrigados. Basta decir que la cocina económica que tenían desde los inicios no la renovaron hasta hace cuatro o cinco años. Era un destartalado artefacto de hierro de más de mil kg que ya clamaba al cielo, con soldaduras por todas partes y alambres haciendo de soportes o tiradores de diferentes partes del artefacto. Las neveras de madera y los utensilios de trabajo aceitados y grasientos. Las sartenes requemadas hasta el último suspiro. ¿Como les diría yo? Unos guarros, vaya. Por lo que se dice, un día recibieron una visita inesperada, que no eran precisamente los de Michelin, y después de un cambio de impresiones algo tenso, al poco tiempo recibieron un comunicado que no sólo les hizo temblar los dientes, sino que llevaba incorporada una notificación inapelable por la que les obsequiaban con un palo de aquellos que hacen historia. Incluso, del disgusto, Herminia tuvo que guardar cama una semana entera. La fonda esta en medio de la plaza del pueblo. La centralidad urbana para entendernos. A diferencia de casi todas, no es redonda ni tampoco cuadrada o rectangular, no. Es como aquella plaza de Lucca (Toscana) que tiene forma ovalada. Grande, espaciosa, la mitad con árboles y bancos de madera, y la otra mitad para el paso de vehículos, camiones y el autobús de línea. Si bien Ca l'Herminia es el ojito derecho del lugar, allí mismo confluyen los factótums de la convivencia: el ayuntamiento, el horno, la farmacia a días alternos, el bar Copo de Nieve, el corte inglés y algo más . En el edificio nº6 de la plaza, segundo primera, vive el doctor Ulldemolins hace aproximadamente unos treinta años, nunca ha querido pertenecer a la seguridad social y aún cobra la iguala a los vecinos con lo cual se va sosteniendo. Persona muy respetada y con un gran predicamento por parte de todos los vecinos. De cada cuatro diagnósticos equivoca cinco, pero no se le tiene en cuenta, y por la fiesta mayor abre el baile de noche. Es soltero y se da la feliz circunstancia de qué en la misma escalera, en el cuarto primera, vive la señora Amelia, persona ya mayor y muy afable que de joven ejerció en Barcelona de puta, con buena acogida y éxito profesional. Ahora la pobre, sin ascensor, ni dientes, sale poco de casa, a menudo sube el señor doctor y se hacen auscultaciones recíprocamente, si bien el médico ya tampoco está para demasiadas auscultaciones, y las vaginales, ni olerlas de lejos. Entre la ayuda del doctorado amigo y media docena de adolescentes que suben de vez en cuando a que les toque la corneta, pues mira, se va arreglando. Pero vaya, no creo que ya pueda soplar demasiado tampoco. Ya se sabe, la procesión es muy larga y el cirio muy corto. El corte inglés pertenece nada menos que a la esposa del señor alcalde. Tiene por costumbre tener siempre en el cristal de la puerta un folio rayado en el que dice, Ya vengo, un número de teléfono y debajo, escrito con claridad, el horario de apertura y cierre del establecimiento. La gente del pueblo, sabedora del inciso, pasa primero por casa de la alcaldesa consorte y ¡Carmetaaaaaa! En cambio los pixapins la llaman por teléfono y baja corriendo, vive a dos pasos.


Seguirá…-