Es la primera vez que he acudido a un
fisioterapeuta, hoy tan en boga. Tras una breve espera me han acompañado a una
gran sala llena de camillas, aparatos gimnásticos, esterillas esparcidas por el suelo y un par de reservados con cortinas.
Me ha parecido ver dos hombres de mediana edad y una señora mayor haciendo
ejercicios supuestamente reparadores de sus carencias o lesiones. Hablaban
entre ellos y se reían con frecuencia, posiblemente coincidían desde hace
tiempo por la confianza que se dejaba entrever entre ellos.
La noche anterior a colgar el cartel de cerrado por
NO vacaciones, me levanté de la cama para ir al baño, puse los pies en las
zapatillas, a oscuras, me levanté, y sin comerlo ni beberlo sentí algo parecido
a una descarga de un millón de voltios en mis desdichados talones. Era tan
intenso el dolor que creí morirme por los pies, me desplomé quedándome de
rodillas y procurando no hacer ruido para no despertar a mi compañera de lecho,
mi mujer, claro. Como un buen San Agustín me desplacé de rodillas hasta el
baño, como pidiendo perdón por mis pecados, cerré la puerta, abrí la luz y me
senté en un taburete meditando muy seriamente qué coño les había pasado a mis
talones. Me dije “será el tendón de
Aquiles, tan famoso él”, pero no, reflexioné, lo mío era talón, no tendón.
También podía haber dicho condón, por aquello de la semejanza fonética. Estaba
asustado, pensaba en la mañana y de qué manera podría andar si estaba imposibilitado. Me dolía de manera creciente
y muy aguda. Me dormí pensando si podría andar de puntillas pero caí en la
cuenta de que nunca he practicado el ballet clásico y al entrar en el ascensor
me podía incrustar de un ostión en el espejo frontal.
Una vez ya en la vida normal, no vacacional, en una
tarde de cielos claroscuros, me quedé fijamente mirando a los ojos del
traumatólogo y angustiado por el temor le clavé mis palabras entre ojo y ojo “Que tengo doctor?” El buen galeno
jugueteaba con sus gafas y sin mirarme a la cara dijo “recientemente ha cambiado el calzado? Yo estaba atónito y sudando,
creí que se burlaba de mí, por un momento pensé que los talones se retorcían de
risa y me jodían más y más. “Mire doctor,
he estado cuatro meses calzando chancletas o descalzo y hace una semana que ya
calzo zapatos. El hombre sonrió y dijo “usted
tiene un espolón en cada pie”. Me quedé sin palabras, apesadumbrado,
inquieto. Como pude dije balbuceando “es
grave tener dos espolones” y ya no sonrió, se rio a carcajadas y me soltó “No, no es grave, solo que es largo de remediar
y jode bastante”. Aquí sí que ya me tranquilicé, miré los zapatos de reojo
y sonreí. Cojo por partida doble pero contento.
El fisio se apiadó de mí y me entregó una revista
para distraerme durante el tratamiento, que no fue muy prolongado. Me detuve en
un informe relativo a las torturas físicas durante la edad media. Les confieso
que estuve a punto de vomitar por la voracidad del detallado relato y sus
espantosas consecuencias. Huesos rotos, carnicerías, podredumbre y ríos de
sangre daban colofón a un documento escalofriante. Tenía mis pies frente a mí y
no cesaba de mirarlos por si seguían teniendo cinco dedos cada uno. Me llamó la
atención un instrumento llamado la pirámide consistente en una pirámide de
madera estrecha y de punta muy afilada, jamás se limpiaba la podredumbre
acumulada que a su vez servía de vehículo transmisor de todas las infecciones
posibles. Mediante un sistema de cuerdas y poleas se sustentaba al reo, al que
iban subiendo o descendiendo según sus confesiones. Basta decir que vaginas o
escrotos quedaban reventados por el propio peso del torturado. La Santa
Inquisición española fue una adelantada administradora. Comúnmente eran
ajusticiados infieles, adúlteros y brujas.
Terminada la sesión anti espolón abandoné el lugar
dejando tirada en la camilla la siniestra revista, cogí el coche y no me
libraba de las horribles imágenes de las criminales máquinas funcionando a
plena producción. Cerrada la puerta del garaje, ya en casa, en medio de un
silencio sepulcral, pensé aturdido si el Tribunal Constitucional de España
acabará con nosotros restableciendo las jodidas máquinas. No es ninguna broma,
estoy colapsado con tanta sangre. Maldito espolón!!
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