Un tema curioso, por no llamarlo con su propio
nombre: escatológico. Así es, en el
año 2010 afortunadamente me libré de un viaje a la India con un grupito de amigos. En aquellos tiempos yo estaba en
plena efervescencia viajera y no pude compaginarlo con mi agenda. Al cabo de
los meses celebramos una cena para poner negro sobre blanco a nuestras
distintas singladuras de los últimos tiempos. Como es lógico todo el mundo
hablaba con pasión y deleite de los lugares visitados, haciendo hincapié en sus
singularidades y asombros. El reducido destacamento que optó por viajar a la
India fue el más derrotista, el más decaído, no sé si el más vulnerable, creo
que no. Aterrizaron en Nueva Delhi y
allí permanecieron seis días, antes de iniciar un periplo que les llevaría
hasta Mumbai –Bombay-. En su discurso las palabras más repetidas fueron
excrementos y defecación.
Hago esta introducción para situarnos en el lugar,
los acontecimientos y las consecuencias. El gobierno de la India, con 1300
millones de habitantes, se ha propuesto tomar medidas para avergonzar y
erradicar la ancestral costumbre de defecar por todos los lados, menos en baños
y retretes. En ese país hay ya mucha gente que ha dejado atrás la pobreza pero
no el hábito de bajarse los pantalones en cualquier lugar. El gobierno lo tiene
difícil, muy difícil. Los anuncios de televisión y vallas publicitarias hurgan
en el contraste de ser un país emergente con la mayor economía en movimiento,
en donde hacer las necesidades al aire libre es la norma habitual en la mayoría
de pueblos y extrarradios de las ciudades. Mis amigos comprobaron desde un tren
como en los arrabales de la capital, a primeras horas de la mañana, había
legiones de hombres en cuclillas abonando la infecta tierra de las afueras. Que
por mucho abono que le echen tan solo brotan los diablos. Horas más tarde es el
turno de “ellas” que, en la misma posición, siembran de mierda el ambiente. Y
hablo de hectáreas, no de un rinconcito tras una derruida pared. Con el
objetivo de dar fin a las mega cagadas indias, el gobierno ha construido
millones de aseos repartidos por el país, para dar por terminada esta costumbre
en 2019. No creo que el lema machacón que han ideado pueda limitar una liturgia
de miles de años; “Solo el hábito de usar
un inodoro es un progreso real”. Al menos en la India rural.
Actualmente debido a ese progreso no tan incipiente,
se da el caso de que casi todos los defecadores tiran de Smartphone durante su alivio. Se venden millones de televisores,
neveras y motocicletas, pero en casa, sin aseo y las vías del tren a rebosar de
infectas y pestilentes boñigas. Tener un aseo en el hogar sigue siendo
considerado impuro por muchos aldeanos. Al menos la monarquía francesa se
cagaba en el trono recibiendo a emisarios y diplomáticos en Versalles, pero un
lazarillo bajo el trono retiraba los excrementos y limpiaba el culo del
monarca. Eso si no se orinaba sobre la paja que cubría el suelo mientras
dictaba cartas cortesanas. No les quedó otro remedio que inventar el perfume,
Versalles, en toda su grandeza, olía a corte de marranos.
Ya lo han intentado otras veces en la India, pero
nada. En algunas aldeas con castas antiquísimas los hombres obligaron a las
mujeres hacer uso de los inodoros de la calle, con el velo y el sari puestos.
Ellos no. No quiero imaginarme a que debían oler los saris, y los efluvios de
los hombres provenientes de unos calzones entre podridos y momificados, me
nublan el pensamiento. Me alegro de no haber compartido aquel viaje, y no
porque sea muy escrupuloso, sino porque, conociéndome como me conozco, ya me
veo tomando un bañito en el Ganges y
verme rodeado y acosado por vacas sagradas más muertas que vivas, roídas por
los infectos insectos, perros podridos y ciento veinte toneladas de churros
varios balanceándose al son de un Sitar,
que es su mega guitarra. Exxx!
Para concluir, miren, ya sé que la gran cagada no es
un título para un artículo, y les pido excusas, pero…cómo lo podríamos titular?
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