Confirmado,
las semejanzas existen. Les propongo un juego de mutación cerebral que no
conlleva riesgos, aunque sí un esfuerzo suplementario: Imaginen que España
amanece un día siendo Inglaterra! Ya sé, ya sé que no es fácil y que la
cuestión podría inducir a la muerte por colapso de supra risotada o,
excepcionalmente, al suicidio inducido por rebeldía de credibilidad. No se
apuren, pruébenlo sin temor. Conocen las hazañas de Robin Hood? Sí, claro, todo
el mundo sabe de las andanzas del mejor arquero de aquellos tiempos, siglo
XIII. Al parecer, más que un personaje de carne y hueso, se trata de una
leyenda basada en distintos leguleyos y diferentes épocas.
Robin
Hood, apodado el Príncipe de los Ladrones, en éste caso sería Mariano Rajoy,
denominado Marianico el Registrador, si bien lo de príncipe de los ladrones
también es título que podría ostentar sin menoscabo alguno. Robín ya avanzada
su gesta fue indultado por el rey Ricardo Corazón de León, aunque otros autores
lo centran en Eduardo II. A Mariano todavía no lo han indultado, por tanto
ignoro que rey se ocupará de esa condonación. El príncipe de los ladrones se
ocultaba en los bosques de Sherwood y Barnsdale, preferentemente en el primero,
atendido y ayudado por una pandilla de maleantes y forajidos entre los que
sobresalía el Hermano Miguel, frailón que tradujo su nombre por el Pequeño
Juan, ducho en los fogones y los garrotazos.
El
ámbito del Registrador es algo más restringido en el espacio y en acólitos. Al
no tener un bosque frondoso en las cercanías de Nottingham, se apaña con el
llamado Complejo de la Moncloa, y no tiene frailón pero tuvo a Rouco Varela,
del que se le desconocen dotes para los guisos pero sí una indomable tendencia
a repartir hostias sibilinamente. Cuando Robín se camuflaba en lo alto de la
copa de un árbol, desenfundaba su laúd mugriento y cantaba bellas estrofas a su
amada lady Marian. Marianico no canta bellas estrofas, me imagino que ni canta,
y de colgarse en un árbol, mucho menos, pero no es menos cierto que no se saca
de encima a la dama castellana Dolores de Cospedal, que no es lady, pero sí
García de segundo apellido. Hembra de mantilla y peineta sin bosque conocido.
El
inglés se desplazaba a caballo por los mil vericuetos de Sherwood y el gallego
intentó elevarse en helicóptero pero el vuelo resulto fallido, con lo que no me
extrañaría nada verle cualquier día montando una jaca jerezana por los riscos de
a Costa da Morte. El príncipe de los ladrones y su mugrienta tropa se ocultaban
en el bosque, transitado por mercaderes, comerciantes, nobles y obispos, que
eran sistemáticamente asaltados, desvalijados y desposeídos de sus bienes para
posteriormente repartirlo entre los más desfavorecidos. Aquí el Registrador
carece de bosque, de arco, y de flechas. Ni falta que le hacen, pero dispone de
un utensilio llamado Montoro que ríete tú del fraile cocinero. Montoro no monta
caballo, pero no deja títere con cabeza, capaz de esquilmar donde no hay, un
icono del Complejo de la Moncloa. Se vale de fieles escuderos que, a falta de
carreta y asnos, se desplazan con Mercedes automático. Destacan Gurtel, el
Bigotes, Rita, Bárcenas el repartidor de sobres, etc. Su brazo derecho es la
escalofriante sombra de lady Santamaría,
que algo de Sancho Panza, tiene. Un micro matiz diferencia el tratamiento dado
a los recursos obtenidos. Robín lo entregaba a los pobres, aquí los pobres lo
dan a cuatro ricos. No son más que singularidades propias de cada uno. Robin
Hood, terminó sus días preso en una mazmorra de un convento, lanzó una flecha
por un ventanal y fue enterrado en aquel preciso lugar donde se clavó la
flecha, cerca de Nottingham. Aquí no hay flechas ni moribundos.
Hay
quien dice que la historia se repite, yo soy de los que creo que no. Pero sí es
cierto que a veces se producen concreciones, repeticiones de otros hechos por
muy distantes que puedan parecer en el tiempo. Y aunque en ambos casos pueda
tratarse de leyendas o supuestos, observamos circunstancias que se parecen
mucho a la realidad. El juego ha terminado.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada