dijous, 21 de juliol del 2016

CRÓNICAS EN TINTA AZUL. LABIOS ROTOS

Procuro adelantarme al recorrido del sol para que no me sorprenda en la calle. Aproximadamente desde las once de la mañana hasta las seis de la tarde es peligroso querer enfrentarse al astro rey. Te jode vivo. Madrugo y salgo con la bicicleta o ando un buen recorrido, la brisa del mar te acompaña y protege de los malos espíritus. Hoy pedaleaba tranquilamente y sin prisa por el circuito playero de bicicletas, patinadores, patinetes, patinetes eléctricos y demás jungla sobre ruedas. No me salgo jamás de los límites del pequeño circuito, al revés de los peatones que no paran de invadirlo y con aires de prepotencia. Hoy he visto a unos veinte metros una familia charlando tan ricamente en medio del carril, he procedido a avisar mi presencia mediante el toque del timbre. Me han mirado y han seguido a lo suyo. Al llegar a su altura me he detenido, han recogido sus trastos playeros, me han fundido con la mirada y al arrancar se ha oído “párate idiota”. Cuál ha sido mi reacción? Ninguna, claro, en una mañana se puede repetir hasta diez veces el episodio. Ello no exime que después sentado en la montura te acuerdes de su dinastía. No hay cultura animalista ni bicicletera, o mejor aún, no hay cultura. Demasiado borrego agresivo. Abundan demasiado a estas alturas los que la palabra diálogo o contraste de pareceres lo confunden con gruñido y puñetazo.

Tampoco he ido al náutico hoy, rebosa de guapura, he buscado refugio en una pequeña rambla con dos laterales rodados. Silencio atronador, magnánima sombra bajo un gigantesco platanero de largas y pobladas ramas y una mesita a la justa medida de las gafas de sol, el paquete de tabaco, un cenicero, la cartera y el periódico. Este es un clásico del lugar; desayunos de tenedor y estilete, arbequinas aliñadas y porrón superviviente de mil batallas. Ya no practico la elitista liturgia mañanera del bacalao frito con ajos y nevado con pimentón, las sardinas pescadas de madrugada, los dados de sepia al all i oli, o los siempre suspirados pulpitos a la cazuela. El tiempo siempre se te avanza, de manera que excepto un café con leche y una magdalena, cualquier bocadito me va bien. El lunes se celebró en la catedral de Valencia una misa en recuerdo del caudillo Franco por ser 18 de julio. No sé qué pensar ya, igual puede ser humo de paja mojada o deseos añorados más fuertes que una roca. Ya saben, España no solo es diferente, sino que es un carrusel de sorpresas, siempre contradictorias.




Me he regalado un estimulante paseo hasta el faro del puerto, las vistas son impagables y la perspectiva del pueblo visto desde el mar es una novedad que te sorprende. Durante el espacio en que he ido dando cuenta de un purito, la bocana registra un tránsito inusitado de embarcaciones de todo tipo, entrantes y salientes, visitantes a repostar combustible o los sempiternos pijos rayando el mar con sus osadas piruetas a lomos de temibles motos náuticas. Me han sugerido aquella bella expresión que dice  tenía los labios rotos de amar, y otros que se parten la cara haciendo el indio. Por mucho que te empeñes no le vas a dar forma al agua. Me he detenido un instante sin delatar mi presencia, una señora mayor de finos rasgos y dulces gestos, sentada en la proa de la bocana a mar abierto y retando al sol, parecía conversar con cálidos gestos y brillo en sus ojos con un perrito gracioso y juguetón. He pensado que quizá no tendría otro contertulio más leal y sincero, acercaba su pequeño hocico a su mano castigada por los otoños y sus afilados dedos le ofrecían galletas que eran arrebatadas con pueril delicadeza. Quizá un día también se rompió los labios amando, quien lo sabe. El viento batía sus cenizos cabellos turbando su cálida mirada, absorto en la estampa me preguntaba si la vida habría tratado con desvelo a aquella mujer o si por todo bagaje ya no le quedaba más que su amigo de las galletas.