Con
el “Movimiento 26 de Julio” se
conoce la llegada al poder en Cuba de Fidel Castro y sus tropas
revolucionarias. El dictador Batista había llegado al fin de sus tropelías. El
pueblo llano y pisoteado por los abusos de una dictadura feudal, abría los ojos
y celebraba la irrupción de una nueva era que se prometía feliz y con augurios
de un futuro prometedor para una tierra arrasada por su propio gobierno.
Pasados unos meses Fidel, Fidel el diós, declaraba qué el Movimiento era una
ideología basada en un sistema social que aplica el más amplio concepto de
democracia, de la libertad y los derechos humanos. Haremos justicia social y
resolveremos los problemas materiales a todos los cubanos, dentro de un clima
de libertad, de respeto a los derechos individuales, libertad de prensa, de
pensamiento, de democracia y con libertad de elegir a sus propios gobernantes.
Dijo que ni él ni sus colegas revolucionarios eran comunistas. Habría
comprensión para los terratenientes y diálogo con todas las esferas sociales y
no se nacionalizaría ninguna empresa extranjera, sencillamente porque las
necesitaban para el futuro crecimiento. Obstinado en unos programas faraónicos
de obras públicas, industrialización y un macro plan para implantar un regulado
sector agrícola.
Fidel
se mantuvo en el poder durante 52 años, durante los que su aureola de salvador
fue perdiendo brillo hasta extremos residuales, tanto por la intelectualidad de
la isla, como para los sectores más necesitados. Exceptuando, como siempre pasa
en las dictaduras camufladas, en vano, de una larga cohorte de enchufados,
ideólogos a sueldo, aduladores y fanáticos. Se mantuvo siempre férreo en el
control de todos los aspectos de la vida en la isla, promovió purgas, persiguió
a los disidentes, toda la información fue filtrada y analizada, nacionalizó
empresas, expropió las grandes propiedades y llenó las cárceles de descontentos
y críticos. Sorteó el embargo internacional y sobrevivió con la lluvia de
subsidios y ayudas de la Unión Soviética hasta justo el momento en qué los
soviéticos también empezaron a decir que hay de lo mío. Y así les fue con Hugo
Chávez y su aventajado discípulo, Nicolás Maduro.
En
la actualidad parece que han “perdonado” a sus acérrimos enemigos yanquis y se
han dado un período de reflexión y la celebración de conversaciones para acabar
entablando relaciones “normales” entre ambos países. No es difícil intuir que
cuando estas reflexiones calen en las mentes de los cubanos, perduren lo que un
bollo en la puerta del colegio y exijan el cambio. Por no quedar no queda ni la
antaño legendaria industria del azúcar y el tabaco.
De
estas dictaduras que no viven ni dejan vivir, ya van quedando menos, siendo
Corea del Norte una de las más significativas, en las garras de Kim Jong-un, al
que yo no le pediría ni un caramelo, a expensas de ser misileado. Una
cincuentena más se extienden por el mundo, con menos que más síntomas de
apertura. Desde luego en España no existe nada de esto, ya tuvimos nuestra
ración durante más de cuatro décadas. Lo que si tenemos es una capa de
población cabreada muy numerosa. Creo que ahora se llama indignada o cabreada.
Y razón no les falta, en el mismo corazón de Europa también resuenan cantos de
sirena amordazados por la penuria y el descontento. En España el descontento se
guisa en la cocina de la incompetencia y se sirve en el comedor de las dos
Españas: de primero, una vistosa fuente de paro, indignados i desahuciados. De
segundo, una colosal dentellada de filete de corrupción, y ya de postre, un
colorido abanico de políticos flambeado a cual más incompetente. Estricnina
fría al perfume de billete de 500€ y tabletitas de AVE sin pasaje. Rico café
cosecha precio Parlamento.
Ver
y oír hoy al Sr. Iglesias sus proclamas de un mundo mejor, a través de la
arcadia de no sé cuántas maravillas, me produce un cierto pavor. Y si observo
el pasado y el presente de la Sra. Colau, es que me pongo de los nervios,
aunque después me venga una aguda crisis de risa. Muchas quiebras integrales de
países en el mundo han tenido su origen
en la aparición de algunos iluminados y charlatanes de feria. Claro que si
tengo que decir algo del Sr. Rajoy…Joooo!
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