dimecres, 24 de febrer del 2016

QUÉ DIFICIL NOS LO PONEN

Con el “Movimiento 26 de Julio” se conoce la llegada al poder en Cuba de Fidel Castro y sus tropas revolucionarias. El dictador Batista había llegado al fin de sus tropelías. El pueblo llano y pisoteado por los abusos de una dictadura feudal, abría los ojos y celebraba la irrupción de una nueva era que se prometía feliz y con augurios de un futuro prometedor para una tierra arrasada por su propio gobierno. Pasados unos meses Fidel, Fidel el diós, declaraba qué el Movimiento era una ideología basada en un sistema social que aplica el más amplio concepto de democracia, de la libertad y los derechos humanos. Haremos justicia social y resolveremos los problemas materiales a todos los cubanos, dentro de un clima de libertad, de respeto a los derechos individuales, libertad de prensa, de pensamiento, de democracia y con libertad de elegir a sus propios gobernantes. Dijo que ni él ni sus colegas revolucionarios eran comunistas. Habría comprensión para los terratenientes y diálogo con todas las esferas sociales y no se nacionalizaría ninguna empresa extranjera, sencillamente porque las necesitaban para el futuro crecimiento. Obstinado en unos programas faraónicos de obras públicas, industrialización y un macro plan para implantar un regulado sector agrícola.

Fidel se mantuvo en el poder durante 52 años, durante los que su aureola de salvador fue perdiendo brillo hasta extremos residuales, tanto por la intelectualidad de la isla, como para los sectores más necesitados. Exceptuando, como siempre pasa en las dictaduras camufladas, en vano, de una larga cohorte de enchufados, ideólogos a sueldo, aduladores y fanáticos. Se mantuvo siempre férreo en el control de todos los aspectos de la vida en la isla, promovió purgas, persiguió a los disidentes, toda la información fue filtrada y analizada, nacionalizó empresas, expropió las grandes propiedades y llenó las cárceles de descontentos y críticos. Sorteó el embargo internacional y sobrevivió con la lluvia de subsidios y ayudas de la Unión Soviética hasta justo el momento en qué los soviéticos también empezaron a decir que hay de lo mío. Y así les fue con Hugo Chávez y su aventajado discípulo, Nicolás Maduro.

En la actualidad parece que han “perdonado” a sus acérrimos enemigos yanquis y se han dado un período de reflexión y la celebración de conversaciones para acabar entablando relaciones “normales” entre ambos países. No es difícil intuir que cuando estas reflexiones calen en las mentes de los cubanos, perduren lo que un bollo en la puerta del colegio y exijan el cambio. Por no quedar no queda ni la antaño legendaria industria del azúcar y el tabaco.

De estas dictaduras que no viven ni dejan vivir, ya van quedando menos, siendo Corea del Norte una de las más significativas, en las garras de Kim Jong-un, al que yo no le pediría ni un caramelo, a expensas de ser misileado. Una cincuentena más se extienden por el mundo, con menos que más síntomas de apertura. Desde luego en España no existe nada de esto, ya tuvimos nuestra ración durante más de cuatro décadas. Lo que si tenemos es una capa de población cabreada muy numerosa. Creo que ahora se llama indignada o cabreada. Y razón no les falta, en el mismo corazón de Europa también resuenan cantos de sirena amordazados por la penuria y el descontento. En España el descontento se guisa en la cocina de la incompetencia y se sirve en el comedor de las dos Españas: de primero, una vistosa fuente de paro, indignados i desahuciados. De segundo, una colosal dentellada de filete de corrupción, y ya de postre, un colorido abanico de políticos flambeado a cual más incompetente. Estricnina fría al perfume de billete de 500€ y tabletitas de AVE sin pasaje. Rico café cosecha precio Parlamento.

Ver y oír hoy al Sr. Iglesias sus proclamas de un mundo mejor, a través de la arcadia de no sé cuántas maravillas, me produce un cierto pavor. Y si observo el pasado y el presente de la Sra. Colau, es que me pongo de los nervios, aunque después me venga una aguda crisis de risa. Muchas quiebras integrales de países en el mundo  han tenido su origen en la aparición de algunos iluminados y charlatanes de feria. Claro que si tengo que decir algo del Sr. Rajoy…Joooo!

dimecres, 17 de febrer del 2016

LOS OJOS DE LA VERGUENZA

Hace unos días, leyendo el periódico, me detuve en una carta al director en donde su autor denunciaba el trato que sufren los niños que solos y sin amparo de nadie forman parte de las oleadas de emigrantes que llegan a las costas del sur de Europa. Concretamente de los menores a los que hacía referencia una nota de la propia comunidad europea en la que se daban por desaparecidos e ilocalizables entre diez y veinte mil niños. Qué puede impulsar a una criatura  abandonar su entorno, su hogar, quizá a su familia: la guerra, el hambre, la necesidad, la orfandad?

Según la RAE los antónimos de “guerra” pueden ser: paz, concordia, avenencia, conciliación. Yo  les antepondría infancia, horror, muerte o desamparo. Esa legión de infortunadas criaturas ha llegado a la tierra prometida sorteando las frías aguas del mayor cementerio de los últimos tiempos. El Mediterráneo atestado de cadáveres con  sus maletas repletas de sueños, sueños de una vida mejor. Criaturas aterrorizadas que, en el mejor de los casos, son rescatados con el cuerpo aterido y la mirada desolada por el pánico. Ocultos entre la abatida muchedumbre, habrán cruzado fronteras y se encontraran desperdigados en países del norte del continente más perdidos que una aguja en un pajar. Sin comer, sin comprender, amenazados o perseguidos, no aparecerán nunca más en los noticiarios de ningún país. Pasará el tiempo y aquella mirada perdida de pánico infantil se tornará en finos estiletes con los que cortar su supervivencia. Un buen puñado morirán en el intento y unos cuantos miles serán presa de las mafias que comercian con seres humanos para darse de bruces con la prostitución, la droga o el crimen. El sueño de una mejor vida ya no será más que una utopía. Solo será un lejano sueño. En estos casos las leyes protectoras y la solidaridad internacional son un brindis al sol, un entremés  a la hora de los telediarios, que se sirve frío, sin esmero y falto de credulidad.

A todas esas calamidades que vinculan a menores de edad con un incierto y oscuro futuro, no podemos dejar de lado el papel de la iglesia católica – y no solo de ella-. Quizá no tengan la misma procedencia pero también concurren en ellos la debilidad, incerteza y temor que los hacen ser presas sexuales de hombres entregados a Dios, sin escrúpulos, vergüenza ni compasión y que esconden bajo sus hábitos al más vil de los depredadores. No es mi intención incidir solo en la Iglesia, la humanidad es mucho más, pero ellos han contraído un compromiso divino que los hace más culpables y a sus víctimas más inocentes. En Estados Unidos, durante los últimos años son muchas las diócesis que han entrado en números rojos, cuando no en ruina absoluta, siendo la de Boston con quinientos millones de dólares de los mil que se han desembolsado,  la que más bocas ha cerrado en forma de indemnizaciones a víctimas de pederastia.


Desde que se lleva un registro más o menos fiable de casos de pederastia en el seno del sacerdocio, prácticamente no queda a salvo ni una provincia española. Funesto ratio que sin duda sería de aplicación al mundo entero. Si tenemos en cuenta que la mayoría de casos no fueron ni son denunciados, estamos ante un verdadero estrago, un colosal infanticidio. Siendo las guerras y catástrofes un caldo de cultivo de esta lacra social, cuando pienso en los lugares exentos de belicismo tiemblo de lo que puede llegar a significar. Nada hay más puro, bello, inocente e ilusionante que los niños. Si han de caer en las redes de estos desalmados pedófilos, la mayoría de las veces impunemente, es que algo no estamos haciendo bien. No interpretan bien el Evangelio…”dejad que los niños se acerquen a mi”, pero no es eso, no es eso.

dijous, 11 de febrer del 2016

EL BESO

El primer beso lo recibí allá por dónde más o menos se hace de noche en la memoria. Creo que tendría entre 14 y 15 años. La maestra de ceremonias fue una mujer unos cinco años mayor que yo, un rostro achinado y delicado que hacía titubear mis supuestas convicciones. El lugar confieso que, casualmente, se trató de un escenario un tanto surrealista: dentro del confesionario de una iglesia. Allí fui citado por quien, sin duda alguna, llevaba la iniciativa y, de paso, un cuerpo para electrizar las neuronas de cualquier adolescente. Estaba avisado, “esta noche te enseñaré a besar”, Una vez reunidos y amontonados en el oráculo del pecado, le proporcioné un beso contundente, pegadizo y prolongado en toda la mejilla. Acto seguido, en vez de llamarme tonto del culo, me agarró por el cogote y fundió sus labios con los míos atornillando sin piedad y taladrándome con su lengua. En aquel preciso instante descubrí que, aun siendo atrevidillo, no era más que un inexperto imbécil en brazos de una mujer. La clase se prolongó unos veinte minutos más. De regreso a casa me aturdía una duda, una incógnita, aquellos besos me habían sabido a berberechos de lata. Sería su boca la que desprendía aquel sabor marítimo, o quizá era el resultado de una reacción química al juntar los cuatro labios? O tan solo se trataba de mi sensación de ridículo? Aquel fue mi bautismo de lengua.



Este sofocante episodio, desenterrado después de medio siglo, me lo ha sugerido la lectura de un serio y documentado artículo a modo de informe, en el que se pormenoriza acerca de la tormenta de sensaciones: el beso. Para empezar pone de manifiesto que actualmente el beso está perdiendo importancia en las relaciones, obviando un trámite esencial para unas buenas relaciones sexuales. Al besar se contraen 30 músculos de la boca y la cara, siendo los más activos el Cigomático, Obicular y Buccinador, este último regula el movimiento de succión. La lengua estimula la secreción de saliva mediante las glándulas submaxilar y sublinguar. Con la saliva, las personas intercambian 278 colonias de bacterias, 0’7 miligramos de albúmina, 0’71 mg de grasa, 0’45 mg de sales minerales y 9 mg de agua. Las Feromonas son sustancias químicas liberadas que transmiten atracción, excitación y rechazo. Mientras tanto el beso estimula la liberación de neurotransmisores que pasan de una neurona a otra en forma de descarga eléctrica sustancias como lo dopamina, la endorfina y la noradrenalina. Parece complicado, pero la cosa no acaba aquí. El ritmo cardíaco se acelera de 70 a 130 latidos por minuto. Aumenta o disminuye la liberación de insulina. Los ovarios en la mujer segregan mayor cantidad de progesterona y los estrógenos, mayor lubricación. En el hombre, los testículos liberan una cantidad mayor de testosterona. La hipófisis libera hormonas que estimulan glándulas como la tiroides, el páncreas, las suprarrenales y las sexuales.



Bien, muy seguramente algunos de ustedes me dirán, y qué? Pues, a ver como decirlo, qué si en aquella aciaga noche de ósculos y abrazos en el pequeño espacio que ocupa el recinto de las confesiones y absoluciones, alguien me hubiera advertido de las consecuencias  del morreo noble, entregado, apasionado y tal vez furtivo, como aquel, tal vez habría rehusado el ofrecimiento de la bella y servicial dama. Demasiados elementos a considerar por una mente adolescente, que más qué una instrucción, lo habría tomado como un peligro, como un infernal castigo. Para ser sincero, tampoco ahora prefiero saberlo, y no por lo del castigo infernal, sino porque mientras repaso el listado de elementos que entran en juego en un beso, estaría perdiendo el tiempo de cara a lo que si me interesa en aquel momento. Cualquier día me acerco dando un paseo a la iglesia aquella para comprobar si el confesionario sigue en su sitio, no lo creo.

dimecres, 3 de febrer del 2016

ADOLESCENCIA, LIBROS, ALCOHOL Y SEXO.

No todos somos iguales en todo, como los sellos, sería aburridísimo. Hay una edad que va de los dieciséis a los veinte años en que nos encaramos a la vida con cierto desparpajo, con un punto de osadía que nos incita a creer que ya estamos de vuelta de todo. Algunos ya fuman, otros confraternizan con el alcohol, y los hay que van de putas como el que va al circo. Creo que le llaman adolescencia, y suponiendo que lo sea a de ser una adolescencia prematura y con pegajosos filamentos infantiles. O sea, niños grandotes. Es un estado de inmadurez absoluto en donde las grandes ideas, los proyectos de futuro y la perpetua crítica al sistema se manosean y superponen como si fueran naipes. Suficiencia y descaro que quien más que menos ha practicado.

Tuve un amigo de infancia con el que compartí el crecimiento desde los nueve años hasta que nos admitieron en la universidad. Se llamaba Joan. Alegre y divertido fue mi segunda piel y creo que la mía también se sobrepuso a la suya. Seco como una espiga, alto y enjuto, tenía una sonrisa contagiosa que con el tiempo le abriría muchas puertas. La gente que sabe derrochar simpatía dispone de una llave maestra que la mayoría carecemos de ella. A diferencia mía, Joan era un estudiante brillante que, paradójicamente, estudiaba muy poco, pero tenía un poder de asimilación y comprensión excepcional. Muchas veces le decía que las lecciones las “preveía”. Al inicio del tercer curso, me dije que ya tenía bastante de leyes y códigos, abandoné. Sentía necesidad de hacer otras cosas. Él se graduó tres años más tarde, se licenció como abogado y yo estuve presente en esa graduación. Me sentí feliz por él y también por mí. Nuestra amistad seguía siendo de acero y aquel acto, en cierta manera, vino a poner un broche a miles de sueños acumulados en años de juventud. Mi singladura empezaba a dar sus frutos y seguía sintiendo la necesidad de comerme el mundo, eso sí, en las antípodas del derecho, las togas, los contratos y las leyes.

Nuestra relación de amistad pienso que fue como un modelo representativo de confianza, entrega, sacrificio y comprensión. Me hubiera gustado que conociera a mi mujer y mis hijos, pero no fue así. A los pocos días de graduarse marchó a Paris, a descansar dijo, y no regresó hasta al cabo de diez años. Jamás ejerció de abogado pero  descubrió su vena literaria. El París de los 70, aun siendo París, era una ciudad de color gris y plúmbeo, coleteaban las repercusiones del mayo 68 y en la trastienda de los bulevares hervía el clamor de una juventud resistente, contestataria, revoltosa i, sobretodo, alegre, desenfadada y abierta al desenfreno, el amor, el sexo y la bebida. Joan se integró de tal manera en esa resucitada bohemia que hundió en ella sus cinco sentidos. Sus dos primeros libros costaron Dios y ayuda poderlos ver publicados. Pero a partir de ahí supo combinar su gran talento con el alcohol y de ello surgió un reconocido escritor al que se le aliviaba su maltrecho bolsillo. Con ello vivió con holgura y malgastó con afán y lujuria. En aquel tiempo las comunas de gente joven vivían y morían de noche.




Al principio nos carteábamos con frecuencia, años después tan solo para desearnos felicidad en Navidad. Y una vez ya en Barcelona fuimos enfriando del todo nuestra relación. Yo tenía mi familia y mis ocupaciones y tampoco me esforcé en localizar sus pasos. Excepcionalmente, por un conducto u otro sabía de su decrepitud: viejo, encorvado, caminar lento y enfundado bajo un raído abrigo hasta los pies y un sombrero negro de ala ancha deshilachado. Hacía años que no escribía y estaba alcoholizado hasta los pernos. No, no somos todos iguales, ni mejores  ni peores, solo distintos. De su precipitado funeral me quedo con unas palabras del capellán: “Joan siempre fue un niño, creyó que la vida era un juguete”. Me dañó esta descripción, pensé que se conocían, pero al marchar, mi mujer me dijo “por qué sonríes?”