Uno tiene ya casi olvidada su capacidad de sorprenderse, corren tiempos
extraños y lo que antes se consideraba una vulgar metedura de pata o un desliz
inadecuado, vistos hoy, eran un juego de niños en comparación con las barbaridades
que hoy se suceden una tras otra. En muchos casos ni llaman la atención de
nadie, o pasan desapercibidas, o quedan olvidadas con algunas palabras más o
menos despectivas y cómicas en muchos casos. De poco sirve irritarse o sentirse
ofendido, la sociedad es multidisciplinar y plural. Pero hay pronunciamientos
que sobrepasan con creces el más elemental sentido común. Andamos sobre arenas movedizas donde el ignorante se erige
en dictador, el culto pontifica con más fobia que criterio, y la intolerancia
parece adueñarse de cualquier debate.
El arzobispo de Valencia, conocido por sus invectivas pastorales y sus tics
derechones, se erige por méritos propios en campeón de la estupidez i el
desatino. Antonio Cañizares se opone a la postura del Papa Francisco en uno de
sus meditados arrebatos y trata de poco menos que escoria al dramático éxodo de
refugiados que llegan a Europa. Critica el trabajo de Cáritas por haber puesto
en marcha un programa de ayuda al refugiado. Duda de que sean perseguidos en su
país, Siria, y dice “lo que viene ahora
no se puede jugar. No se puede jugar con la historia ni con la identidad de los
pueblos”. ¿Ultranacionalismo? Cataloga a los emigrantes como un verdadero Caballo
de Troya. Poco antes de las elecciones en Catalunya convocó una vigilia “por la unidad de España”, en un
arranque propio de catalanofobia y desprecio absoluto por las razones que
impulsan a un pueblo decir basta. Y relativiza miserablemente los efectos
de la crisis económica porque no ve ahora “más
gente pidiendo en la calle o viviendo bajo un puente, como antes”. Este es,
amigos, un pastor para conducir a la
tierra prometida a las ovejas descarriadas. O eso tendría que ser, pero no, a
mi modo de ver no es más que un frágil farsante que se pasa por el forro el
sufrimiento de pobres y emigrantes, y que enarbola la espada del conquistador a
modo de librito litúrgico. Caridad cristiana!
España es y ha sido secularmente un pueblo negado para el diálogo, el
acuerdo o el pacto. Siempre ha resuelto sus contenciosos mediante el mamporro,
la humillación, el aislamiento o la aniquilación del adversario. Y nada ha cambiado.
Tampoco hay distingo en el color del poder, solo entienden de imposición y
cerrazón ante los problemas o demandas: ordeno y mando…y eso es tan pobre…Cuando
pienso en episodios, como los recientes, en que un adolescente, al acudir a un
evento deportivo es increpado y detenido por lucir una determinada bandera y
posteriormente multado y condenado a cinco años de prohibición a entrar en
recintos deportivos, francamente, me invade el desasosiego, el hartazgo y el
temor de que las cosas sigan siendo así. Cada 12 de octubre activos y conocidos
elementos de la más pura y extrema derecha, visitan la montaña de Montjuic en
Barcelona, para hacer un alarde de lamentables signos de tiempos pasados,
insultando al pueblo catalán, ultrajando a sus dirigentes y símbolos
identitarios, para culminar prendiendo fuego a la bandera catalana. De las más
altas esferas nadie abre la boca. Y preñados de banderas pre constitucionales.
Acaso esto no es más grave que lucir una enseña en la espalda en las gradas de
un recinto deportivo?
A mi modo de ver se advierte una cierta deriva en el seno del gobierno de
España. Lejos de afrontar los problemas ni que solo sea con una débil pátina de
interés y coloquio, se aferran a la negación absoluta, al necio desprecio a
cualquier indicio de diálogo, nada existe sin su consentimiento. Aunque sean
millones de personas quienes lo reclamen. Se convierten en la mayor factoría de
independentistas. Pero lo más triste de toda la historia es que deriven todas
las patatas calientes a los tribunales, que creo que no ven con buenos ojos,
cuando son cuestiones meramente políticas, no judiciales. Y saben lo que
pienso? Pues que algunos crean que con algún
o algunos golpes de efecto, puedan silenciar o borrar la memoria de la mayoría
de un pueblo, van equivocados. Son demasiadas tropelías. No podemos ni
quejarnos?
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