divendres, 16 d’octubre del 2015

QUEJARSE ES UNA FELONÍA?

Uno tiene ya casi olvidada su capacidad de sorprenderse, corren tiempos extraños y lo que antes se consideraba una vulgar metedura de pata o un desliz inadecuado, vistos hoy, eran un juego de niños en comparación con las barbaridades que hoy se suceden una tras otra. En muchos casos ni llaman la atención de nadie, o pasan desapercibidas, o quedan olvidadas con algunas palabras más o menos despectivas y cómicas en muchos casos. De poco sirve irritarse o sentirse ofendido, la sociedad es multidisciplinar y plural. Pero hay pronunciamientos que sobrepasan con creces el más elemental sentido común. Andamos sobre  arenas movedizas donde el ignorante se erige en dictador, el culto pontifica con más fobia que criterio, y la intolerancia parece adueñarse de cualquier debate.

El arzobispo de Valencia, conocido por sus invectivas pastorales y sus tics derechones, se erige por méritos propios en campeón de la estupidez i el desatino. Antonio Cañizares se opone a la postura del Papa Francisco en uno de sus meditados arrebatos y trata de poco menos que escoria al dramático éxodo de refugiados que llegan a Europa. Critica el trabajo de Cáritas por haber puesto en marcha un programa de ayuda al refugiado. Duda de que sean perseguidos en su país, Siria, y dice “lo que viene ahora no se puede jugar. No se puede jugar con la historia ni con la identidad de los pueblos”. ¿Ultranacionalismo? Cataloga a los emigrantes como un verdadero Caballo de Troya. Poco antes de las elecciones en Catalunya convocó una vigilia “por la unidad de España”, en un arranque propio de catalanofobia y desprecio absoluto por las razones que impulsan a un pueblo decir basta. Y relativiza miserablemente los efectos de la crisis económica porque no ve ahora “más gente pidiendo en la calle o viviendo bajo un puente, como antes”. Este es, amigos, un pastor  para conducir a la tierra prometida a las ovejas descarriadas. O eso tendría que ser, pero no, a mi modo de ver no es más que un frágil farsante que se pasa por el forro el sufrimiento de pobres y emigrantes, y que enarbola la espada del conquistador a modo de librito litúrgico. Caridad cristiana!

España es y ha sido secularmente un pueblo negado para el diálogo, el acuerdo o el pacto. Siempre ha resuelto sus contenciosos mediante el mamporro, la humillación, el aislamiento o la aniquilación del adversario. Y nada ha cambiado. Tampoco hay distingo en el color del poder, solo entienden de imposición y cerrazón ante los problemas o demandas: ordeno y mando…y eso es tan pobre…Cuando pienso en episodios, como los recientes, en que un adolescente, al acudir a un evento deportivo es increpado y detenido por lucir una determinada bandera y posteriormente multado y condenado a cinco años de prohibición a entrar en recintos deportivos, francamente, me invade el desasosiego, el hartazgo y el temor de que las cosas sigan siendo así. Cada 12 de octubre activos y conocidos elementos de la más pura y extrema derecha, visitan la montaña de Montjuic en Barcelona, para hacer un alarde de lamentables signos de tiempos pasados, insultando al pueblo catalán, ultrajando a sus dirigentes y símbolos identitarios, para culminar prendiendo fuego a la bandera catalana. De las más altas esferas nadie abre la boca. Y preñados de banderas pre constitucionales. Acaso esto no es más grave que lucir una enseña en la espalda en las gradas de un recinto deportivo?


A mi modo de ver se advierte una cierta deriva en el seno del gobierno de España. Lejos de afrontar los problemas ni que solo sea con una débil pátina de interés y coloquio, se aferran a la negación absoluta, al necio desprecio a cualquier indicio de diálogo, nada existe sin su consentimiento. Aunque sean millones de personas quienes lo reclamen. Se convierten en la mayor factoría de independentistas. Pero lo más triste de toda la historia es que deriven todas las patatas calientes a los tribunales, que creo que no ven con buenos ojos, cuando son cuestiones meramente políticas, no judiciales. Y saben lo que pienso? Pues que  algunos crean que con algún o algunos golpes de efecto, puedan silenciar o borrar la memoria de la mayoría de un pueblo, van equivocados. Son demasiadas tropelías. No podemos ni quejarnos?