dijous, 13 d’agost del 2015

CRÓNICAS EN TINTA AZUL (VIII)

Hoy el bochorno es insoportable, esto no es para mí. No he tenido más remedio que poner en marcha los mecanismos refrigerantes y estornudadores, tengo que andar con cuidado porque todo el lado derecho lo tengo constreñido debido al aire acondicionado. Dice el periódico que lo que más gusta a los españoles cuando van a los hoteles es practicar el sexo como los poseídos. Prácticas amatorias no contempladas en la rutina doméstica. Me pregunto qué deben hacer los holandeses o franceses en el hotel, tal vez leer la biblia o hacer punto de cruz. La verdad, si a mí me obligaran ahora a practicar el salto del armario y esas cosas, me lo tomaría como una ofensa con este calor. Y sin calor, también.

El Náutico ha izado bandera amarilla dos días, poca broma con Neptuno que al menor descuido te llena la pulmonada de agua y ya te puedes dedicar a hacer castillitos de arena y de sexo ni probarlo. Mientras me comía las tres rebanadas con fuet tranquilo y con La Vanguardia desplegada a los cuatro vientos, ha entrado en el puente de mando una señora que ha acampado cerca de mí. Unos cincuenta años, bien arregladita, blusa y pantaloncitos cortos blancos, la piel de color tostada a medio hacer, y piernas bien perfiladas y largas. Aunque coma y lea yo observo siempre los acontecimientos de mi alrededor. Se ha pedido un bocadillo de jamón, zumo de naranja y un café con leche. Ha sacado de la bolsa unas gafas negras y se ha perdido navegando por el periódico. Un detalle a tener en cuenta, cuando se disponía a dar el primer sorbo del café se ha detenido bruscamente, ha llamado al camarero y ha solicitado un cruasán. Tras el bocadillo? Me he quedado un rato pensativo por la voracidad matinal de la señora, que era delgada y atractiva.
Estos días he sacrificado el paseíto en bicicleta, ya he dicho antes que tengo el lado derecho dolorido. Voy con el coche, pero no es lo mismo. He podido corroborar y certificar que no pone el intermitente ni san Semáforo venido a la tierra y un hecho totalmente excepcional. Así es, parado como un muerto en el stop de un cruce, venía un coche por mi izquierda que se ha detenido y con la mano ha hecho signos de cederme el paso. No se lo creerán, era una muchacha joven y he hecho tantos gestos de agradecimiento y sonrisas que un poco más y profano el coche de la policía local de enfrente. Detrás de la chica había un disparate de coches que me he ahorrado de esperar su paso. No salgo de mi asombro. Después alguien dirá que soy gruñón, que sólo es una verdad a medias.

Es de esperar como siempre que a partir del día 15 todo este batiburrillo de playa vaya desacelerando, unos añorados, otros enfadados y un buen puñado sin ni cinco. Entonces vendrán los recuerdos y comentarios de unos días que han pasado como un soplo, como un aliento de esperanza incluso imaginándose que ésta es la vida de verdad, la real. Un despropósito bien intencionado vestido de ilusión mágica. Los frankfurts calientes y viscosos y las hamburguesas de mastín tibetano también bajarán la persiana, lo mismo que la vomitiva sangría o las botellas de whisky especialmente indicado para la desinfección de pequeñas heridas y el dolor de huevos. Así mismo las largas hileras de toldos dejarán de vender la sombra caliente a un euro y medio la hora, al tiempo que oxidados camiones llevarán montañas de hamacas pringadas de regueros de aceite solar y de sudores políglotas, para llevárselas  hacia un tétrico almacén con techo de uralita desmembrada a orillas del río seco.


Pero ya se sabe, muchos habrán aprovechado para perfeccionar su inglés, otros entregados a la lectura de aquellos dos libros que viven en la maleta desde hace años, algunos intrépidos habrán culminado el viejo sueño de subir al Aneto y los voluntariosos de siempre entregados al redondeo de su masa muscular. O sea, Cofee and drink, los libros durmiendo en la maleta, el Aneto no ha sido más que el nombre del chiringuito, y las siestas se han ocupado de la musculatura abdominal. Pero bien morenos, qué coño!