divendres, 24 de juliol del 2015

CRÓNICAS EN TINTA AZUL (V).

Ya no es noticia el calor, hay quien cree que se trata de un castigo divino por nuestros excesos y libertinajes, y otros que están absolutamente convencidos de que tras estos baños de fuego se esconde la pérfida sombra del gobierno español; nos quieren reducir a cenizas. En este caso preferiría que fuera ceniza de un buen puro habano, nada como los aromas antillanos de coral, mojito, y el ritmo de una maciza indígena. Hoy he ido al médico y no ha sido el día más feliz de mi vida, me ha encontrado una parte esencial de la carrocería que parece ser que chirría demasiado. Veremos el  lunes qué dice el gran gurú.
Hace un mes justo que firmé la solicitud para el suministro de electricidad  en un apartamento, todo sigue igual, a oscuras. Para entendernos, estas grandes compañías que contribuyen a agrandar la marca España son como una gran empresa holandesa, pero a la inversa, como un calcetín girado. Estos últimos días han llegado a puerto como una docena de yates de respetables dimensiones. Son gente discreta que hacen vida a bordo y con las carteras bien lustrosas, se les puede ver de buena mañana bostezando por las cercanías del puerto y en los mejores restaurantes a la hora de las comidas. Este año todavía no he ido a hablar con el mar, siempre saco algo, es sabio, contundente y de los sensatos consejos hace una  divisa. Cuando uno es tan poca cosa como yo se hace tarea muy ligera y provechosa aprender de los que más saben, y el mar lo sabe todo.

El martes fuimos a L'Ametlla de Mar. En verano cambio algunas costumbres, como por ejemplo no prodigarme en la visita a restaurantes. Están llenos y tienes que reservar mesa anticipadamente, eso que yo siempre voy a almorzar, a cenar nunca. Las noches son para estar en la arena con una guitarra, mirar la luna, soñar con unos labios mojados, y sentir la humedad clavada ti. A pesar de que no tengo guitarra, no veo la luna, los labios menos y el bochorno me fastidia. El caso es que llamé a Montse en la Ametlla para decirle que de pérgola nada, un buen rincón dentro con aire acondicionado y comida a base de caprichos con sorpresa y bien calientes. Nada de primero, segundo y postre, lo odio. Hasta la cuarentena siempre había sido muy carnívoro, ahora no, me encantan los frutos de Neptuno, tanto como los frutos de uva embotellado. Unos dados de lubina con hierbas han hecho enloquecer la mesa de tal manera que han abierto las puertas a la tercera botella de un blanco fresquito tan desvergonzado qué lo he considerado un provocador.


Rectificar es de sabios, hoy ha venido el operario de la compañía para colocar el contador y conectar la luz. Con un mes de retraso pero por fin. Incluso le he dado diez euros al chico, que ha tardado cinco minutos en concluir tan complicada operación. Empezaba a sentirme un apestado olvidado al no tener luz. No vivimos en él, pero viviremos. Es un ático en zona tranquila y frente al mar. Ya no se hará preciso bajar por las noches con la guitarra a la arena. Podré cantar desde la terraza de arriba sin molestar a los demás. Pero bien pensado, no tengo guitarra! Hace veintidós años que pasamos tres meses al año en Cambrils. El mejor náutico de la Costa Dorada y la población con más restaurantes por metro cuadrado de la costa. Es curioso, soy barcelonés, vivo en un pueblo de montaña en el campo y disfruto del mar desde hace mucho. Y lo que me emociona más de todo es compartir la vida entre pájaros, pinares, nieblas y chimeneas. La cruda realidad de los pequeños pueblos son una enseñanza de vida irremplazable. Pero bueno, ahora lo que toca es escribir las crónicas de vida con la tinta azul del azul de mar.