dijous, 16 de juliol del 2015

CRÓNICAS EN TINTA AZUL (IV)

Persiste y aumenta esta vertiginosa venganza inesperada de los astros en castigarnos con la inmisericorde exposición al fuego del averno. Ya me perdonarán pero para mí no es una oleada de calor, es sólo una vulgar y maléfica putada. Pero no podrá conmigo, las armas bélicas en forma de aire acondicionado no le dan descanso ni de noche ni de día. Aún sabiendo que no es bueno, pero peor es deshacerse como un queso. Tengo que tener cuidado, eso sí, en el lugar elegido para el desayuno. En un pequeño mapa de la población tengo remarcados los lugares cómodos, tranquilos, con buenas vistas y aire acondicionado. Nada de terrazas abiertas, ni con pérgola ni toldo ni zanganerías. A buen resguardo y con Wifi.

Domingo salimos a navegar, así, como suena. Es una antigua tradición que tenemos un buen amigo mío y un servidor. Mis conocimientos náuticos, a diferencia de él, se concentran en la esmerada labor del abuelo Pau, lobo de mar jubilado que sabe cocinar las mejores cazuelas de pescado del mediterráneo, a bordo. Tiene la piel arrugada y surcada por los cuatro vientos, se cubre con gorra marinera y no abre la boca más allá de lo imprescindible. Los dedos como garfios torcidos y los labios prominentes, parecen hinchados, tal vez de la vieja y masticada pipa. En cambio mi amigo conserva un cuerpo estilizado, moreno y atractivo para las féminas, lugar donde se jacta de navegar a toda máquina. Le gusta ir afianzado al timón y dejar caer la mirada al infinito. Me revienta cuando empieza con "Ojo a estribor, viramos a babor, míralo desde popa, acércame ese cabo". Y yo siempre le digo "Quieres hablar de modo que te entienda, cojones". Es buen tío, cargado de dinero pero buen tipo. Le deja a Pau el barco para vivir y a cambio se lo cuida. No hablo de la comida en "popa", nos pusimos ciegos de cazuela y vinorro, como siempre. Todavía no entiendo como acierta a la hora de entrar a puerto.

En cuanto a la bicicleta afortunadamente todo ha ido bien esta semana, como una balsa de aceite. A excepción de una tontería. El martes a la hora de salir, bien temprano, se me escurrió el pie del pedal y me sacudió una rebotada en la tibia que aún recojo sangre ahora. Una buena muesca astillada que ahora llevo vendada. Hablando de vendas, el otro día me escondía bajo el diario estirado como un lagarto en una tumbona de la pérgola del náutico, cuando de repente, al pasar página, vi una foto en la que se aprecia una reunión de miembros de la troika conversando animadamente con el líder griego para acordar de qué manera lo piensan degollar. A todo esto se ve de espaldas a los demás, el señor presidente del gobierno con una incipiente sonrisa y mirando a la isla de Perejil. Y no es que le guste mucho el perejil, es que ni tiene nada que decir ni sabría cómo decirlo. La culpa es de los pérfidos europeos por no saber la lengua de Cervantes. Un verdadero choque que nos habla de la predilección que tienen en Europa por la grande y libre y la indisoluble unidad. Para ponerse una venda, vaya.

Hace dos semanas que fui a hacer cola, que tanto y tanto me gusta, en un Punto de Servicio de una compañía eléctrica, con el fin de contratar el suministro para un apartamento. Llamé dispuesto a que me humillasen cariñosamente y a fe de Dios que lo conseguí. Textualmente "fuerón ayer pero no habia nadie, le llamaron por teléfono y no respondió". A mí no me llamó nadie. "El Servicio se ha dado de baja, pase por aquí y vuelva a tramitar el alta". Ostia! Me dije para mis adentros, otra vez a hacer cola? Volveré a pagar  450€ por derechos de conexión? Collons, como me gusta que me peinen a contrapelo. Quien me mandaría a mí nacer en este suburbio europeo.


Termino, ayer fuimos al Liceo a ver y escuchar una de las pocas cosas bien hechas de este mundo. Y para muestra La Traviata, que he visto la tira de veces pero, amigo, un orgasmo melódico de dos horas y media.