Normalmente decimos, o diríamos, ya han pasado las
elecciones y la vida continúa, todo sigue igual. Pero no es así, sí que la vida
continúa pero el estado de las cosas ya no es el mismo de antes. Al Sur de los
Pirineos ha habido una sacudida muy importante que ha dañado las patas de miles
de sillas en todo el estado, como no ha sucedido en los últimos treinta y cinco
años. La irrupción de nuevas opciones en el panorama político ha sido
contundente y con todos los credenciales para quedarse. No vale sorprenderse ni
esconder la cabeza bajo el ala. Estaba cantado que habría un revolcón favorecido
por el cansancio, la austeridad, la corrupción y la prepotencia. Demasiada
gente desahuciada, arruinada, en paro o necesitada. Ellos lo llaman los
desfavorecidos, un cruel eufemismo, un sarcasmo como otro. En cualquier caso
creo que toca celebrar el fin del fatídico bipartidismo español que se había
convertido en una sanguijuela para el asustado contribuyente español. El hecho
de sólo haber, principalmente, dos partidos políticos, fruto de la nefasta
etapa de transición y el café para todos, a la larga se ha evidenciado como un
freno al crecimiento del país, una limitación de las libertades democráticas,
un talante prepotente por parte de los mandatarios y, desgraciadamente, el
perturbador y maléfico enfrentamiento entre los diferentes pueblos alimentado
por el propio poder. Sólo hay que recordar el año 2006 en que Rajoy se fue de tourné por las españas haciendo
proselitismo y alentando a la gente en contra de Cataluña -el Estatut? -.
Cuando los periodistas preguntaban a la gente qué firmaban les contestaban ...
contra Cataluña! Y esto ha durado hasta el domingo pasado en el que voces
autorizadas del establishment pepero han acabado por reconocer que el echar
mano de Cataluña para ganar votos se les ha vuelto en contra, pero el daño ya
está hecho. Las derechas son demasiado extremas y las izquierdas, osadas y delirantes.
España es el cuarto país de la UE que más paga por la factura de la
electricidad en el hogar y el tercero con el precio del gas doméstico más
elevado.
Uno de los casos más sonados de estos comicios del
pasado domingo ha sido la pérdida del Ayuntamiento de Barcelona por parte de
Trias. Por un escasísimo margen, pero lo ha perdido. Yo siempre he apostado por
la renovación del aire, dejar que entre el aire fresco. A estas alturas todavía
no sé si las huestes de Colau llegarán a representar a todos los barceloneses,
hay cierto baile de bastones. Los recién llegados siempre son una incógnita,
por aquello de la falta de experiencia, a mí no me preocupa porque en
definitiva le pasa a todo el mundo, y la experiencia se adquiere con el día a
día. Si bien hay que tener en cuenta que hay cargos y cargos. Y la alcaldía de
Barcelona, hoy por hoy, es de una trascendencia muy importante, y de amplio
eco internacional. Barcelona está presente en infinidad de congresos y foros en
el extranjero. De igual manera la ciudad recibe un buen número de eventos
internacionales que por su significación son objeto de codicia por muchas
capitales europeas. Factores que por sí solos exigen un candidato de alta
cualificación gestora e intelectual y unas maneras consecuentes al cargo que
ostenta. Ignoro si la Sra. Colau habla idiomas, si sabe hacer uso de la palabra
sin ofender a nadie, si sabe obviar las expresiones de mal gusto o si ya
dispone de una modista que sepa vestirla a tono de las nuevas circunstancias.
El populismo, y ella lo es, puede servir para gobernar a Chaves y Maduros, pero
esto es Europa. Algo más que la piña colada y camisetas rojas.
Pronto descubrirá la Sra.Colau las presiones que
recibe el poder, de uno y otro signo. Empezando por las propias izquierdas
acostumbradas a deshilachar a quien gobierna sin pedir permiso a nadie. Los
grandes colectivos y sindicatos siempre amenazantes. Las partidas
presupuestarias que no se pueden administrar como el cajón del local social. A
tratar a la Guardia Urbana como colaboradores indispensables y no como
enemigos. A rodearse de profesionales y no de agitadores profesionales. A no
prometer, bajo la sombra de una pancarta, pagar imposibles que ignora de dónde
saldrán. Y por favor, cuando vengan jefes de estado o altos mandatarios de
países extranjeros, recíbalos como el lustre de su cargo exige. Y si se trata
de una empresa con voluntad de invertir en Barcelona, no dude ni un instante, absténgase
de la camiseta roja, por favor.
Aire nuevo si, caras nuevas si, ilusiones nuevas sí.
Pero populismos de pandereta, pancarta, silbato y camiseta, los menos posibles,
se lo ruego.
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