Si pudiera volver a enhebrar la aguja, a
reventar el calendario hasta aquel 27 de septiembre tan lejano, a mirarme con
detenimiento aquella encrucijada de caminos. Si pudiera dar la espalda a tanta
hipocresía acumulada, si con girar la vista pudiera poner a cero el cuenta
vidas, poder llamar a las cosas por su nombre. Si con un soplo pudiera barrer
tanta porquería, tanta necedad. Tanto puritanismo estéril, tanta mentira que
viaja en preferente. Si volviera a enhebrar la aguja pasaría de largo de todos
los descosidos y los rotos, tan solo zurcir las cunetas del camino elegido
cuando cedan ya cansadas. Qué mala suerte he tenido
Palabras escondidas bajo la mesa, a tocar
de la papelera. Cuando crees que tienes infinitas razones para el llanto, has
de pensar que escondes miserablemente infinitas razones para sonreír y alegrar
el semblante, mirar por encima de tus ojos y percibir que tus rancias y
rutinarias frustraciones son un átomo de polvo comparado con la inmensidad de
la vida, con el regalo de la naturaleza, con el abrazo de la sincera amistad.
Con las lágrimas de quien te quiere. El alma entristecida hurga en la soledad en busca del
ungüento que le consuele, que le reviva, que le hable de felicidad. Tarea en
vano.
Ya sabemos que la vida no es la que hemos
vivido, sino la que recordamos y podemos contar. Conozco casos de personas que
de la noche a la mañana, sin previo aviso ni alerta que lo anunciara, se han
sumido en una depresión feroz, en un enfermizo lago de arenas movedizas,
cambiando las sonrisas por lloros, la mirada por un libro cerrado y la vida por
un maldito infierno. Con o sin motivos se les ha colado la tristeza por la
ventana y aquella persona que un día conociste se muestra a tus ojos como el
más ignorado de los desconocidos. No todos eligieron el camino equivocado, pero
quizá algunos abusaron demasiado de él. Es la otra cara de la moneda. El
egoísmo, la avaricia, el inconformismo, el querer más, son rasgos reconocidos
cuando las cosas van bien, pero cuando se tuercen las hebras pueden llegar a
convertirte en reo de la desesperación y el miedo hasta verte encerrado en la
cárcel de los silencios sin saber ni como llegaste y sin hilo que enhebrar. Era
buen camino pero te desviaste de él. Quizá pretendías mejorar lo que no es
mejorable.
Igual que la rosada flor del almendro no es perpetua, nos anuncia
el milagro del nuevo fruto y se extingue, tampoco nuestro itinerario es un
perpetuo camino de rosas. Hay altibajos, senderos desconocidos y bifurcaciones
sin señalizar, nada que no debamos afrontar. Somos dados a ceder ante la
adversidad o ante la hostilidad de todo aquello que no podemos controlar o que
no se ajusta a nuestros deseos. Cada año hay una primavera, no quieras ver en
las hojas arrancadas tan solo capitulaciones otoñales y ríos sin agua.
Pues claro que sí podemos volver a empezar,
todavía puedes plantar aquel árbol que no te atreviste, nadie te puede
menospreciar si tú no lo consientes con tu desánimo. No son los años los que
cuentan, ahora ya solo importa la vida de los años, porque finiquitan. No le
temas ni llores al destino, no son más que frases hechas, el destino te lo
labras tú día a día. No te empeñes en ver el camino barrado, empieza de nuevo,
quién te ha dicho que no puedes volver a empezar!
(Rodando, he
visto medio mundo/ y todavía tengo el corazón alegre/ y hago de vagabundo/ y si hoy es un día gris/
Y a mí no me place, lo haré azul/ Como he hecho
siempre. (P.A)
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