dimecres, 11 de març del 2015

VOLVER A EMPEZAR

Si pudiera volver a enhebrar la aguja, a reventar el calendario hasta aquel 27 de septiembre tan lejano, a mirarme con detenimiento aquella encrucijada de caminos. Si pudiera dar la espalda a tanta hipocresía acumulada, si con girar la vista pudiera poner a cero el cuenta vidas, poder llamar a las cosas por su nombre. Si con un soplo pudiera barrer tanta porquería, tanta necedad. Tanto puritanismo estéril, tanta mentira que viaja en preferente. Si volviera a enhebrar la aguja pasaría de largo de todos los descosidos y los rotos, tan solo zurcir las cunetas del camino elegido cuando cedan ya cansadas. Qué mala suerte he tenido

Palabras escondidas bajo la mesa, a tocar de la papelera. Cuando crees que tienes infinitas razones para el llanto, has de pensar que escondes miserablemente infinitas razones para sonreír y alegrar el semblante, mirar por encima de tus ojos y percibir que tus rancias y rutinarias frustraciones son un átomo de polvo comparado con la inmensidad de la vida, con el regalo de la naturaleza, con el abrazo de la sincera amistad. Con las lágrimas de quien te quiere. El alma entristecida hurga en la soledad en busca del ungüento que le consuele, que le reviva, que le hable de felicidad. Tarea en vano.

Ya sabemos que la vida no es la que hemos vivido, sino la que recordamos y podemos contar. Conozco casos de personas que de la noche a la mañana, sin previo aviso ni alerta que lo anunciara, se han sumido en una depresión feroz, en un enfermizo lago de arenas movedizas, cambiando las sonrisas por lloros, la mirada por un libro cerrado y la vida por un maldito infierno. Con o sin motivos se les ha colado la tristeza por la ventana y aquella persona que un día conociste se muestra a tus ojos como el más ignorado de los desconocidos. No todos eligieron el camino equivocado, pero quizá algunos abusaron demasiado de él. Es la otra cara de la moneda. El egoísmo, la avaricia, el inconformismo, el querer más, son rasgos reconocidos cuando las cosas van bien, pero cuando se tuercen las hebras pueden llegar a convertirte en reo de la desesperación y el miedo hasta verte encerrado en la cárcel de los silencios sin saber ni como llegaste y sin hilo que enhebrar. Era buen camino pero te desviaste de él. Quizá pretendías mejorar lo que no es mejorable.

Igual que la rosada  flor del almendro no es perpetua, nos anuncia el milagro del nuevo fruto y se extingue, tampoco nuestro itinerario es un perpetuo camino de rosas. Hay altibajos, senderos desconocidos y bifurcaciones sin señalizar, nada que no debamos afrontar. Somos dados a ceder ante la adversidad o ante la hostilidad de todo aquello que no podemos controlar o que no se ajusta a nuestros deseos. Cada año hay una primavera, no quieras ver en las hojas arrancadas tan solo capitulaciones otoñales y ríos sin agua.

Pues claro que sí podemos volver a empezar, todavía puedes plantar aquel árbol que no te atreviste, nadie te puede menospreciar si tú no lo consientes con tu desánimo. No son los años los que cuentan, ahora ya solo importa la vida de los años, porque finiquitan. No le temas ni llores al destino, no son más que frases hechas, el destino te lo labras tú día a día. No te empeñes en ver el camino barrado, empieza de nuevo, quién te ha dicho que no puedes volver a empezar!


(Rodando, he visto medio mundo/ y todavía tengo el corazón alegre/ y hago de vagabundo/ y si hoy es un día gris/ Y a mí no me place, lo haré azul/ Como he hecho siempre. (P.A)