Qué entendemos por crepúsculo? Según el María
Moliner “es la claridad que precede a la
salida del sol. Estado de una cosa o una persona que camina a su desaparición o
ruina o que está ya en periodo de descenso de su valor, vigor o energías. Decadencia,
declinación”. Que pocas veces invocamos esta palabra con el señuelo de los
astros, de la luz solar. Lo hacemos casi siempre por razones más materiales,
más mundanas y menos poéticas. Crepúsculo casi siempre es por motivo de anuncio
de término, inicio del final de algo que nos afecta, duele y hiere.
Puede tratarse de una empresa en situación de
fallida, de una ocupación o trabajo que se extingue, de unas alegres vacaciones
que tocan a su fin o de una enfermedad sin remedio. Es decir, algo se acaba,
toca a su fin, sin posibilidad de recuperación alguna. Pesa más el acento, la
pátina lúgubre y triste, antes que la constatación y belleza de un fenómeno
climático. De ahí que una palabra biensonante como crepúsculo la asociemos a
cosas negativas, incluso a veces a hechos perversos y siniestros. Siempre
moldeamos el lenguaje a conveniencia de nuestros impulsos o sentimientos.
“La vejez tiene sus ventajas no
menos que la juventud, aunque viene con otro atavío; de la misma manera que
cuando la luz del crepúsculo se desvanece, el cielo se cubre de estrellas,
invisibles durante el día”.
Es cierto, pero no es menos verídico cuando dice… viene con otro atavío. La vejez quizá te cubra de ciertas
experiencias y algo de sabiduría pero, no nos engañemos, algo de olor a azufre
comienza a imperar en el ambiente. Normalmente te inunda de tiempo, si,
toneladas y toneladas de tiempo, de tiempo libre de ataduras, de
responsabilidades, de prejuicios. Pero a qué precio? Al precio de sacrificar
los impulsos, de pensar que aquellos reflejos de vida se han vuelto imágenes
desdibujadas, a huir de los pequeños esfuerzos, a descreer de tus propios
valores y criterios defendidos con puño de hierro en otro tiempo. A ver en el
crecimiento de tus nietos un espejo deforme en el que se irradia tu constante
mengua. Hasta que un día, tras una entornada puerta y sin más luz que tus pocas
luces oirás…está ya en el crepúsculo.
Tampoco hay que dejarse llevar por los extremos ni
la desesperanza. No ayuda en nada auto compadecerse, fingir que necesitas
ayuda, que sin compañía estas perdido. Flagelarse sin mal aparente es de puro
imbécil, es la puesta de largo de tu incapacidad e inutilidad para afrontar las
circunstancias. Nadie es tan viejo para no creer que puede vivir otro año más.
Dicen que la vejez no es triste porque se acaban nuestras alegrías, sino porque
terminan nuestras esperanzas. Pues no señor, no deben acabar las alegrías
porque la vida se divide en dos partes: alegrías y tristezas, y si de tristezas
vas saturado no te pierdas ni una sola alegría. Y si la esperanza no la ves
vestida de verde pues te la idealizas a tu manera y no pierdas jamás la
esperanza, siempre encontrarás motivos para vivir, piensa en el crepúsculo del
amanecer, nunca en el del atardecer.
El tiempo pasa, incluso aunque parezca imposible,
incluso a pesar de que cada movimiento de las manecillas del reloj duela como
el latido de la sangre al palpitar. El tiempo transcurre de forma desigual, con
saltos extraños y treguas insoportables, pero pasar, pasa. Pues claro que sí,
sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos, o es que vamos a refugiarnos en
la soledad de un oscuro rincón, en los aledaños de la nada, o a orillas del río
seco. A eso se le llama pavor, espanto, pánico. Miedo por vivir? No. En
cualquier caso vivir el crepúsculo cuando las olas rompen de madrugada sobre
los arrecifes, cuando el cielo se pinta de rojo las entrañas y el viento palpa
tus mejillas. Sorpréndete con el crepúsculo, no le temas.