diumenge, 20 d’abril del 2014

MÁS DE LO MISMO, RUTINA

Empiezo, empiezo con cualquier palabra, da igual una que otra. Pretendes escribir relatos con los que poder compartir con otros todas las historias que aterrizan en tu mollera. A veces ante la inexistencia de argumentos o sequedad de ideas, optas por escribir una palabra en la pantalla y a partir de ella intentar tirar del ovillo. Que es lo que me está sucediendo estos días impregnados de quietud y silencio. A pesar de que hoy, viernes, ya se nota un notable incremento de personas que han instalado su campamento en sus lugares de descanso. Estos días circulaba casi en solitario por el circuito reservado a bicicletas a tocar de la arena, en la playa. Esta ha sido la palabra escogida hoy: Mar. Son numerosos los ciclistas que discurren por el estrecho circuito, los más jóvenes en grupos compactos, equipados con trazas de profesional, que prescinden de ambigüedades y le dan al pedal ajenos a los posibles encontronazos. Gente mayor que cabalga tomando precauciones e insensibles a las colas que originan. Si haces sonar el ring-ring para sobrepasarlos no lo aceptan de buen grado y te taladran con la mirada. Los niños suelen pedalear pegados a la rueda de sus progenitores. Creo que soy de los pocos que no se cubre la cabeza con esos gorros tan rematadamente horribles.

Los hay que prescinden de su derecho de preferencia en los numerosos pasos de peatones asumiendo que unos segundos de paro no perjudican su periplo playero y con ello evitan frenazos bruscos e innecesarios. Por el contrario hay los defensores a ultranza de sus derechos a los cuales les importa una higa todo lo que no sea en beneficio propio. Los chiringuitos son sometidos a una implacable gestión de limpieza y acondicionamiento de sus modestas instalaciones con el lícito objetivo de que puedan clavarte tres o cuatro euros por un cervezote o sesenta por una paella familiar bajo un toldo encañizado y un calor de clima pre bélico. En cualquier caso hay que agradecer el servicio y comodidad que prestan. Las brigadas municipales se afanan en sus labores de jardinería así como en la limpieza, removido y aplanamiento de la arena. Aunque semana Santa son cuatro escasos días, todo va quedando a punto para la temporada estival. Luce el sol y el cielo despejado y azul, aunque parece ser que para domingo y lunes pintan bastos. Sin querer pecar de egoísta a mi no me importa demasiado el tiempo, estoy aparcado donde siempre y hago lo de siempre. Eso si, vigilando el mar y esperando la hora en que reanudamos nuestras trascendentes charlas.

Ayer salí de buena mañana y cometí la imprudencia de montarme en la bicicleta en camiseta, pasé un frío inhumano y no cedí a la tentación de volver a casa y ponerme ropa de abrigo. Hoy he sido precavido y todo ha ido bien. Tardo unos veinte minutos en situarme en el centro de Cambrils, mi primera gestión ha consistido en buscar un cajero automático y rehacer mis frustradas reservas. Ayer hice lo mismo pero el dinero y las tarjetas de crédito viajaron hasta el fondo de la lavadora abrigados en la carterita. Los tendí al sol pero quedaron hechos un asco. Seguidamente me he dirigido a la busca y captura de una barra de pan. Quizá por deformación profesional el caso es que a la hora de adquirir el pan soy muy exigente, me gusta el pan de calidad y cocido con amor, jamás compro una baguette porque casi nadie sabe cocerla, no sabe a pan y de tarde se muta en goma de neumático.


Acto seguido he pedaleado dos escasos quilómetros para refugiarme bajo el toldo de una terraza frente al mar, en donde la rutina discurre entre un mini bocado de jabuguito, cañita fresca, café aromático y periódico, aunque hoy no hay periódicos. Ahora colaboraré en la santa liturgia de preparar la comida, hoy es cosa mía: lubina y verduritas a la plancha, se me da bien la cosa, mucho mimo con las pinzas, temperatura justa y trato cariñoso con la materia prima. Y por lo de la globalización, un Alvariño bien frío.