Saben ustedes lo que es un Dildo? Pues la verdad, yo no tenía ni idea del
significado de ésta palabra, mi ignorancia es supina en según qué materias. La
cuestión es que el pasado sábado el periódico publicaba una noticia según la
cual un individuo residente en Madrid, había ingresado en un hospital con una
perforación intestinal de pronóstico grave. No hace mucho escribí alguna cosa
acerca de ciertas prácticas sexuales que acaban directamente en el servicio de
urgencias de uno u otro hospital. En este caso el hombre, del que no se
especifica su edad, se había introducido en el ano un artilugio de proporciones
gigantescas, ni más ni menos que cuarenta cts., de materia ajena al organismo,
conocido como Dilbo. O sea, un consolador de campeonato, de apaga y vámonos a
urgencias. Un unicornio fatal.
Prosigue la narración dando cuenta de que el terrorífico bicho permaneció
alojado en la cavidad trasera del sádico personaje durante más de 48 horas.
Ignoro si la placentera introducción fue llevada a cabo en ese sórdido espacio
del placer solitario o si recibió la ayuda de algún colega con amable
disposición y ávidas manos. Se me ocurre pensar que el pobre hombre, por
mostrarme comprensivo, debe de ser alto y robusto, porque si engullendo lo que
engulló le perforó los intestinos, no quiero ni pensar si se tratase de un
hombre menudo porque además de los intestinos se hubiera cargado también la
dentadura, el pobre. Eso por no hablar de los daños colaterales: desgarros,
roturas, irritaciones y heridas varias. Supongamos que el empalado estaba solo, en la
salita de la tele, se coloca de espaldas a dos metros de la pared, agarra con
una mano el misil bildo y se lo acerca al objetivo, y con un decidido impulso
retrocede con furia hacia la pared y queda servido del todo. Pero claro, pasan
los minutos y el cuerpo comienza a dar signos de incomodidad y él, solo,
confuso y relleno como un calamar, comienza a dar voces por el patio de luces,
llamando la atención de todas las lolitas del edificio. Con la puerta entreabierta
y una pierna lejos de la otra, el hombre desnudo les señala su trasero
vilipendiado entre gritos y lágrimas, no de placer, sino de dolor, de crujido
intestinal. Y cómo le dices a un taxista…Lleve a éste hombre a urgencias que va
envarado hasta el epigastrio?
No es ninguna menudencia, ni un quítame de ahí esas pajas, se trata de un
acto voluntario en un momento pasional en que los ojos enrojecidos de deseo y
la mente enloquecida por el megasexo, arramblan con lo que encuentran y no
dejan orificio por taponar. Siendo a veces las consecuencias de una gravedad
como para echarse las manos a la cabeza y el culo, con perdón, a la mesa del
cirujano. Un verdadero
espanto. Son centenares
los casos de este estilo que muchos doctores tienen que afrontar en su día a
día. Ingeridos por error o colocados dentro del cuerpo humano de forma
voluntaria, son muchos y variados los objetos que han acabado en el interior de
una persona a través de algún orificio.
Aunque partiendo de una posición respetuosa con todo
el mundo, que cada cual haga lo que más le apetezca con su intimidad y su
cuerpo, no deja de sorprenderme que en aras a un extraño afán de superación, de
escudriñar el más difícil todavía, se hagan prácticas y ensayos con el cuerpo
en busca de satisfacciones sexuales que se asemejan más a una tortura y orillen el placer de dos personas
entregadas. La propia mitología está llena de episodios y anécdotas en donde
los asnos, la pata de una silla o una exótica fruta son protagonistas de
escandalosas situaciones. Por no hablar de las bolas de madera, cordeles,
ungüentos, anillas, consoladores eléctricos o falos plastificados y
devastadores. En dónde está el límite?
Qué quieren que les diga, no es el caso, pero ni
cobrando me aplico 40 cts. de cornamenta con mando a distancia en el trasero.
Ha quedado claro de que se trata un Dildo?
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