diumenge, 30 de març del 2014

LA ISLA ESMERALDA Y EL PIANO

LA ISLA ESMERALDA Y EL PIANO
Hace ya muchos años, demasiados quizá, decidí pasar unas largas vacaciones en Menorca, no conocía el archipiélago y por lo que tenía oído me seducía más ir  a ésta isla que no a Palma, que ya se hallaba inmersa en la vorágine del turismo y la consiguiente masificación. De Menorca disponía de una información más acorde con mi manera de pensar, se podrían encontrar playas medio vírgenes, tranquilidad en grandes dosis y precios algo más tonificados que en la capital. Embarqué en Barcelona una tarde de julio con un calor sofocante, no recuerdo la compañía naviera pero si el barco, en aquellos momentos me pareció una maravilla, pero años después tuve la oportunidad de navegar varias veces con transatlánticos y ahora recuerdo aquel como una verdadera cafetera. Llenaba el paisaje de aquella España gris y decadente. Al atracar en el puerto de Mahón doce horas después, alquilé un 600 para poder desplazarme hasta Binibeca, que era mi destino, y  visitar toda la isla sin problemas de desplazamiento.

Binibeca vell es, o era, un delicioso poblado de pescadores creado en la década de los setenta, con múltiples edificaciones blancas y encaladas cortadas por un mismo patrón y que forman una distribución laberíntica de sus callejuelas. Un centro turístico para los meses estivales. Me adjudicaron un precioso apartamento en una primera planta y un mini torreón en la terraza asomada al mar. Enseguida me dije que este Mediterráneo no es el que  conoces.Lo mismo al amanecer como al anochecer el mar ofrecía un espectáculo en donde las únicas palabras que eras capaz de pronunciar eran largos silencios, ensimismado, absorto, diríase que hipnotizado. Años más tarde volví a reencontrarme con ese Mediterráneo que desborda los sentidos en la isla de Capri.

Los primeros días los dediqué a recorrer las cortas distancias del enclave: Cala GaldanaFornells, Alaior, Ciutadella, en donde aprovechaba para dar gusto a la lujuria con mesas bien pertrechadas con frutos del mar. Tenía unos amigos en Es Grau, fui a visitarlos y me invitaron a visitar la diminuta isla den Colom en su pequeña lancha, jamás había visto aguas tan cristalinas. Al anochecer llegaba a Binibeca rendido y fatigado pero con la ilusión de instalar en la terraza un simulacro de cena con la que poder compartir el ocaso y muerte del día en el horizonte, donde mar y cielo se funden en un abrazo teñido de negrura. Pese al calor, de noche refrescaba y la temperatura te rehacía de los rigores diurnos, se instauraba un íntimo ambiente en el que la lectura, el silencio, el rumor del mar y los intermitentes rayos de algún lejano faro daban una calidez al lugar que hacían inútil no fantasear. En aquellos jóvenes tiempos ya sentía una envenenada pasión por la música,pero carecía de educación musical, vibraba por la emoción de un concierto o una melodía, pero desconocía su origen, el cómo y el porqué de aquel sugestivo encadenamiento de notas. Sabía que con una sinfonía el compositor trataba de explicarnos una historia, un estado emocional, un lugar, pero era incapaz de traducir en palabras aquellas bellas y sublimes emociones de los relatos pintados en un pentagrama.

Por la noche, poco antes de las diez, cada día llegaba de puntillas una brisa envolvente, como una dulce caricia que no solo no estorbaba o rompía el momento, nada de eso, eran notas de piano que paralizaban mi deseada soledad. Al cabo de unos días descubrí que se trataba de una dulce señora de cabellos plateados que tocaba al piano el Nocturno de Chopin. Una noche me dijo És fàcilpruébalo” Lo he intentado tota la vida y la melodía suena, pero nunca he sabido darle el aire y el sentimiento que Chopin le imprimió.Durante aquellos días había alimentado mis propias controversias e incertidumbres, no obstante pude marchar conociendo un mar esmeralda y una licenciatura musical para toda mi vida.

diumenge, 23 de març del 2014

ROSAS DE PRIMAVERA

Ascendíamos a lo alto de la montaña en busca del nuevo resplandor, a la descubierta de los verdes pastos que alfombran prados y laderas, de las flores que salpican y colorean nuestros ojos, del tímido murmullo de juguetones arroyos  que se deslizan cuesta abajo empapando sinuosos lechos entre musgos encallecidos y helechos de verde esperanza. “Doña Primavera de aliento profundo, se ríe de todas las penas del mundo. Doña Primavera de manos gloriosas, haz que por la vida derramemos rosas. Rosas de alegría, rosas de perdón, rosas de cariño y de exultación”. El tren resopla en su lento y cansado camino, exhala pequeñas nubes de vapor blanco que se diluyen entre hojarasca y las copas de los pinos. El silencio de la montaña impone su ley y los oídos gandulean, tan solo captan los sonidos del silencio.

Casi tres meses sin subir al tren proporcionan una apetencia improrrogable que por fin he resuelto: volvemos a surcar viejos y nuevos caminos hasta allí donde los raíles se cruzan y desaparecen en el horizonte. Los girasoles desfilan tras la ventanilla mostrando sus maquilladas caras, pícaras y cambiantes, inacabables extensiones de diminutos sembrados asomando su tímido verdor. Y las cepas extendiendo sus brazos al sol disfrazadas de retorcidos esqueletos de madera. La naturaleza narcotizada por el crudo invierno vuelve a sonreír con la llegada de la primavera. El tren atraviesa desfiladeros, cruza puentes y se sumerge en la oscuridad de las entrañas de la montaña. Las ciudades desaparecen bajo un manto de polución y los pueblos le siguen mirando como aquel destino deseado y desconocido. Andenes vacíos y otros llenos de lágrimas y pañuelos.

Los versos de Gloria Mistral enardecen la llegada de la primavera con rosas de alegría, nos habla de la luz, de los colores, de los fértiles campos y la madurez del espíritu. De la vida nueva, morir y renacer en primavera, explosión de la sabia naturaleza, eclosión y colorido en las paletas del pintor, en las estrofas poéticas. Qué es la estación de las flores  sino juventud. Claro que si, la primavera se transforma en el lado amable de la vida, donde los corazones palpitan con rubor de pecado, con guiño enamorado, con la ilusión de todo lo deseado. Amor de juventud, pasión de sangre caliente, derroche de sentimientos y orgía de sueños inalcanzables. Esto es primavera, esto es juventud. Lo canta el poeta y lo digo yo. Derramar rosas.

Pasó el afligido otoño y el crudo invierno y, con ellos, muchas primaveras quedaron ya olvidadas y sin retorno posible “Con unas hebras de plata  me pintará los cabellos y alguna línea en el cuello que tapará la corbata. La vejez... está a la vuelta de cualquier  esquina, allí, donde uno menos se imagina se nos presenta por primera vez”. Quisiera volver a ser niño, a creer que la vida es una sucesión interminable de primaveras, confiar en que nadie es más que ninguno, en que el sol calienta lo mismo para todos. Abrir las ventanas y dejar que el aire fresco y limpio sea siempre mi fuente de inspiración, que el trino de los pájaros al amanecer no sea un  sueño. Dejar que mi cuerpo y mi alma se llenen de amor, amar con desvelo, sentir que una mirada me turba y el calor de un aliento me hipnotiza.


Soy propietario de muchos otoños, pero no por ello voy a dejar envilecer mi pensamiento ni mis entrañas. Ya siento la primavera penetrar por todos los resquicios de mi alma, es como algo que llama a tu entornada puerta y te llena de vida. Es la primavera que aunque no haya venido para quedarse, llena los campos y los corazones de atrevidas flores y aromatiza nuestros sueños para hacernos olvidar los otoños y recordar que la vida es bella.

divendres, 14 de març del 2014

SÁCAME EL DILDO!!


Saben ustedes lo que es un Dildo? Pues la verdad, yo no tenía ni idea del significado de ésta palabra, mi ignorancia es supina en según qué materias. La cuestión es que el pasado sábado el periódico publicaba una noticia según la cual un individuo residente en Madrid, había ingresado en un hospital con una perforación intestinal de pronóstico grave. No hace mucho escribí alguna cosa acerca de ciertas prácticas sexuales que acaban directamente en el servicio de urgencias de uno u otro hospital. En este caso el hombre, del que no se especifica su edad, se había introducido en el ano un artilugio de proporciones gigantescas, ni más ni menos que cuarenta cts., de materia ajena al organismo, conocido como Dilbo. O sea, un consolador de campeonato, de apaga y vámonos a urgencias. Un unicornio fatal.

Prosigue la narración dando cuenta de que el terrorífico bicho permaneció alojado en la cavidad trasera del sádico personaje durante más de 48 horas. Ignoro si la placentera introducción fue llevada a cabo en ese sórdido espacio del placer solitario o si recibió la ayuda de algún colega con amable disposición y ávidas manos. Se me ocurre pensar que el pobre hombre, por mostrarme comprensivo, debe de ser alto y robusto, porque si engullendo lo que engulló le perforó los intestinos, no quiero ni pensar si se tratase de un hombre menudo porque además de los intestinos se hubiera cargado también la dentadura, el pobre. Eso por no hablar de los daños colaterales: desgarros, roturas, irritaciones y heridas varias.  Supongamos que el empalado estaba solo, en la salita de la tele, se coloca de espaldas a dos metros de la pared, agarra con una mano el misil bildo y se lo acerca al objetivo, y con un decidido impulso retrocede con furia hacia la pared y queda servido del todo. Pero claro, pasan los minutos y el cuerpo comienza a dar signos de incomodidad y él, solo, confuso y relleno como un calamar, comienza a dar voces por el patio de luces, llamando la atención de todas las lolitas del edificio. Con la puerta entreabierta y una pierna lejos de la otra, el hombre desnudo les señala su trasero vilipendiado entre gritos y lágrimas, no de placer, sino de dolor, de crujido intestinal. Y cómo le dices a un taxista…Lleve a éste hombre a urgencias que va envarado hasta el epigastrio? 

No es ninguna menudencia, ni un quítame de ahí esas pajas, se trata de un acto voluntario en un momento pasional en que los ojos enrojecidos de deseo y la mente enloquecida por el megasexo, arramblan con lo que encuentran y no dejan orificio por taponar. Siendo a veces las consecuencias de una gravedad como para echarse las manos a la cabeza y el culo, con perdón, a la mesa del cirujano. Un verdadero espanto. Son centenares los casos de este estilo que muchos doctores tienen que afrontar en su día a día. Ingeridos por error o colocados dentro del cuerpo humano de forma voluntaria, son muchos y variados los objetos que han acabado en el interior de una persona a través de algún orificio.

Aunque partiendo de una posición respetuosa con todo el mundo, que cada cual haga lo que más le apetezca con su intimidad y su cuerpo, no deja de sorprenderme que en aras a un extraño afán de superación, de escudriñar el más difícil todavía, se hagan prácticas y ensayos con el cuerpo en busca de satisfacciones sexuales que se asemejan más a una tortura  y orillen el placer de dos personas entregadas. La propia mitología está llena de episodios y anécdotas en donde los asnos, la pata de una silla o una exótica fruta son protagonistas de escandalosas situaciones. Por no hablar de las bolas de madera, cordeles, ungüentos, anillas, consoladores eléctricos o falos plastificados y devastadores. En dónde está el límite?

Qué quieren que les diga, no es el caso, pero ni cobrando me aplico 40 cts. de cornamenta con mando a distancia en el trasero. Ha quedado claro de que se trata un Dildo?

dijous, 6 de març del 2014

París

De todas las veces que he estado en París, ni una sola he llegado por carretera y mucho menos por los aires. Siempre en tren, quizá por deformación afectiva, por mi ya largo romance con los raíles. Puntual, a las nueve de la mañana apearse en el andén de la vetusta Gare d’Austerlitz es sentir un hormigueo de los que agitan las costuras del cuerpo. Para mi ha dejado de ser la ciudad luz, me basta con oír sus cinco letras, París es una de las ciudades más hermosas que conozco. Sugiere modernidad, progreso, elegancia, glamour, arte, ciencia, espectáculo, cultura, educación y amor. Paris y el amor van indisolublemente unidos.
La primera vez que la visité, hace más de tres décadas, carecía de reserva alguna, nadie previno que era necesario un alojamiento, era de noche y el frío batía las avenidas y plazas. Todavía recuerdo el nombre del hotel, a escasos metros de la òpera, Intercontinental, un pequeño Versalles del que no me he repuesto del susto. Hoy creo que es el Paris-Le Grand y la habitación más sencilla está en torno a los 400€. La plaza de la ópera es un bello enclave presidido por el Palais Garnier, la ópera. En su confluencia con el Bd. des Capucines se encuentra el Café de la Paix, fantástico establecimiento con marquesinas en la acera al más puro estilo parisino. Lugar de tertulia y observación, las mujeres que lo frecuentan desprenden el aroma inconfundible del glamour local. Exceptuando aquel primer viaje, en el que quemé las suelas de los zapatos, ya siempre me ciño a los mismos recorridos. Tras la ópera, en la que degusté una soberbia Manon Lescaut, se halla el Bd. Haussmann en el que se encuentran las Galerías Lafayette, de la que una vez vista la bóveda y cualquier corte ingles, ya está todo visto. Creo que mi afición por el queso nació en Francia, no hay comilona que no se precie de un buen queso a los postres. No lejos de ahí, recuperando metros, se mantiene intacto Le Grand Café Capucines, en el boulevard del mismo nombre, con fastuosa decoración a lo Toulouse Lotrec, en donde puedes dar cuenta de una mariscada que haga saltar por los aires tu patio dental y someterte al desenfreno de la lujuria y los placeres mundanos, envuelto en un ambiente rococó muy confortable.
La exclusiva Avda. des Champs Elysées nos conduce hasta la plaza de Etoile –Arco de Triunfo- plaza de la que parten en forma de radios doce calles y avenidas. Por la Avda. Marceau, por ejemplo, podemos descender hasta el Sena justo en el puente de l’Alma, con resonancias de lady Dy. Para hacer un crucero por el Sena basta con embarcarse en los Bateau Mouche, los hay de más lujosos pero no merece la pena. Si el horario me sonríe siempre hago un recorrido de día y otro de noche, Paris desde el río es una postal kilométrica.
Y para concluir esta primera parte del recorrido, nada como apostarse al aire libre en alguna cafetería de los jardines de Trocadero, frente a la Tour Eiffel, en la orilla opuesta. Símbolo de Francia y de la Grandeur. Un café, una libreta y un lápiz servirán para dejar constancia de que París no solo bien vale una Misa, sino toda la admiración que seamos capaces  de prodigar. París hace olvidar todo lo demás, deambulas absorto en medio de sus bellos y singulares edificios, jardines o museos y te apercibes de que no estaba agotada tu capacidad de sorprenderte ni de asombrarte. El destino me ha llevado a conocer docenas de grandes ciudades, pero la impresión que te produce la ciudad del Sena es patrimonio de muy pocas. París huele a fragancia de perfume, a flores, a acordeón. Y no es un sueño ni un espejismo, es tan solo que está cubierta de pétalos de amor y te riñe el alma por no haberla conocido antes. Quizá habrá que seguir hablando de ella.